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13 de enero de 2020

A Nadar

NYDIA YOLANDA LEAL LEAL
(Mima)

13 de enero de 1923, Villa Clara CUBA
2 de julio de 2012, San Francisco U.S.A

Paz, corazón, deja que la hora de la
separación sea suave. No permitas que sea una muerte
sino una compleción. Deja que el vuelo a través del
cielo termine en plegamiento de alas
sobre el nido. Deja que el toque final de tus
manos sea gentil, como la flor de la noche.
Detente, o Final Hermoso, por un momento,
y di tus últimas palabras en silencio. Ante ti me inclino,
y levanto mi lámpara para iluminarte en tu camino.

HACIA UNA EXISTENCIA MAYOR
Rabindranath Tagore


En nuestra familia, siempre hubo esa noción de una Existencia Mayor. Sin embargo, cada uno de nosotros ha percibido ese tema con diferentes matices. En el caso de mi madre, extrañamente y extrañamente no, su percepción fue siempre muy peculiar. 

Extrañamente, porque en su familia hubo en todo momento, a través del tiempo, fuerte creencia y práctica religiosa. Madre y hermana nunca entendieron ese desapego de Nydia. Ella nunca elaboró mucho sobre esta disposición suya. Los primeros años de su vida transcurrieron en un ambiente rural rayano en la miseria. Tuvo una educación bien elemental, dada por mi abuela María de los Angeles. Afortunadamente, en la adultez, Mima iluminó su pensamiento con mucha lectura. María de los Ángeles, o Ángela simplemente, sí tuvo una educación avanzada. Pero quedó huérfana al nacer, y la madrastra la crió con desapego. Fue enviada lejos a estudiar internada, y luego la casaron a los catorce años con un hombre de veinticuatro con el que tuvo nueve hijos en fila. Hastiada de infidelidades, huyó con algunos de su hijos a otra provincia. Más tarde, en 1955, fue reclamada por un hijo y emigró a New York. Ciertamente, Angela fue una mujer buena y afanosa. Eso sí, seca y dura dadas las circunstancias de su vida.

Extrañamente no, porque, aparte del desapego religioso, mi madre poseyó siempre un arraigado sentido práctico de la vida. En diversos niveles, la religiosidad apenas se materializó positivamente en la familia; sobre todo, para ella en particular. Siendo una típica capricorniana, con los pies bien puestos en la tierra, la sublimación espiritual carecía de practicidad.   
En la ancianidad, a menudo Mima traía a colación el siguiente deseo: “Cuando fallezca, no quiero velorio ni enterramiento, junten mis cenizas con las de su padre y nos ponen a nadar”. Y acompañaba esta enunciación con movimientos de sus brazos y manos, como si estuvieran nadando. Pipo había fallecido varios años antes, y conservábamos sus cenizas en un lugar especial.

Alentarme a cumplir ese deseo me tomó seis meses. Mi familia no se atrevió a tocar el tema nunca más. De modo que, para mí, los preparativos adecuados fueron una tarea solitaria y dolorosa. Pero al mismo tiempo, el resultado final fue una misión hermosa y reconfortante para todos. Desde el 13 de enero del 2013, mis padres están nadando en la amplia y hermosa Bahía de San Francisco. 
¡Quién sabe, a lo mejor las corrientes marinas los han llevado a todos los mares del mundo!



Después de la ceremonia, en medio de la Bahía de San Francisco.
BALANCE, construcción de un artista japonés en Sausalito,
ese mismo día al otro lado de la bahía.