Edmund White, afuera de su casa en Manhattan. Su nueva novela, "A Saint From Texas", fue publicada recientemente. |
Hay mucho que se podría decir sobre Edmund White: es el padre de la literatura queer. Fue testigo de los disturbios de Stonewall, y literalmente escribió el libro sobre el sexo gay. No en vano, su autobiografía se llama "My Lives".
White, que cumplió 80 años este año, también es un sobreviviente. Ha vivido con H.I.V. desde 1985, ha sobrevivido múltiples accidentes cerebrovasculares y un ataque cardíaco. De acuerdo con esa tradición, el influyente novelista gay reconoce que es "hipervulnerable". Pero también tiene la intención de superar esta pandemia.
"Ha sido un poco solitario", dijo durante una entrevista por Skype este mes desde su apartamento en Chelsea, la cual no ha dejado más de un puñado de veces desde que la ciudad de Nueva York cerró en marzo. "Estoy reacio a ver gente porque me consideran 'hipervulnerable', ya sabes".
Pero White, quien es optimista por naturaleza y se apresura a convertir la frivolidad en un arma frente a la crisis, se ha mantenido relativamente despreocupado y ocupado. Es posible que su vida sexual no sea tan activa como le gustaría, aunque ha estado “charlando con diferentes chicos”, dijo en el sitio web SilverDaddies. Se está preparando para el lanzamiento de su última novela, "A Saint From Texas", ("Un Santo de Texas") el próximo mes en la casa editora inglesa Bloomsbury, y está a medio camino de terminar otra.
Está trabajando rápidamente, impulsado por una tarea: preparar nuevas páginas cada dos días para Giuseppe Gullo, un fan que se convirtió en un amigo cercano, y a quien White dedicó "A Saint From Texas" . Es una historia sobre hermanas gemelas que abarca décadas, y quienes siguen caminos divergentes. Una hacia la aristocracia parisina, y otra hacia la piedad monástica.
White describió su ritmo actual de escritura como "un poco mejor que el promedio". Añadió: "Debes recordar que solía compartir una oficina con Joyce Carol Oates", la famosa y prolífica novelista.
Aunque la vida de encierro ha sido manejable y tranquila, White y su esposo, el escritor de 55 años Michael Carroll, echan de menos la organización de sus cenas. Reuniones que se han hecho famosas en cierta parte del mundo literario, y que fueron esenciales para la recuperación de White después de su ataque cardíaco en 2014.
Cuando White regresó a casa del hospital, Carroll se convirtió en su asistente. Un papel para el cual se había estado preparando desde que se conocieron a mediados de la década de 1990. Carroll, quien durante mucho tiempo odió ir de compras y cocinar, comenzó a salir de compras y trajinar en la cocina. Sabiendo que no podía manejar solo todo el trabajo, comenzó a organizar cenas con amigos, escritores como Jeffrey Eugenides, quien enseñó con White en Princeton University.
“El hecho de que la gente viniera por el apartamento me sacó de mí mismo por un tiempo”, dijo Carroll. “Pero realmente lo hice para ayudarlo. El hecho de que lo visitara mucha gente le recordó a Ed que era valioso".
No hubo escasez de personas que vinieran a cenar. Ha tenido enemigos, en particular Larry Kramer, uno de los cofundadores de la alerta sobre la crisis de salud de los hombres gay. Pero en general, White es muy querido entre sus compañeros escritores, homosexuales y heterosexuales.
"Edmund es famoso por su generosidad, quizás, y su amabilidad", escribió Oates en un correo electrónico, otro ex colega de Princeton University. “Es muy divertido, y a los amigos les encanta reírse de sus anécdotas maravillosamente entretenidas y 'mejoradas', que han cobrado vida propia, como notarás si las has escuchado alguna vez”.
En nuestra conversación, él está listo con una 'curiosa' historia sobre Susan Sontag, o cualquiera de los cientos de autores de renombre con los que se ha hecho amigo a lo largo de los años Seguido de una mirada fingida, como si hubiera dicho algo sorpresivo, mientras se cubre la boca con picardía.
"Es travieso", dijo el autor Alexander Chee en una entrevista. "Hay una sonrisa que pone cuando cuenta una historia, o cuando escucha una. Un placer al contar, o escuchar, que es muy evidente".
A veces, una conversación puede abrirse paso en la ficción o en los ensayos de White, dijo Gullo. "Está interesado en todos los aspectos de la vida".
Ese placer que siente White en el intercambio de información, incluso en las entrevistas hace tantas preguntas como le hacen a él. También es fundamental para su crítica literaria, a la cual prefiere llamar "apreciación".
"Hay una avidez notable que no ha disminuido, después de todo este tiempo, por la historia, la literatura y la lectura", dijo Chee. “Las ama, simplemente. Eso se manifiesta siempre".
White dice que lee al menos dos horas al día. Aproximadamente cinco libros a la semana, según Carroll. Rara vez escribe críticas negativas, dejó de hacerlo a los 20 años, en una época cuando celaba otras personas que eran publicadas. Está más interesado en profundizar en autores poco conocidos, como Juan Carlos Onetti, cuyas historias recopiladas revisó para Harper's en enero.
“Hay quienes buscan cánones porque esperan el límite absoluto en los libros que leen, necesitan que sean cultos”, dijo White. "Pero los lectores reales no buscan cánones, quieren siempre nuevos libros para leer".
Está ansioso por recibir recomendaciones, y emocionado de compartir su última obsesión: "The Maias", de José Maria Eça de Queirós. A menudo, describe libros con endosos evocadores de una frase. "The Maias", por ejemplo, es "una yuxtaposición muy satisfactoria del hermoso paisaje lírico y las acciones viles de una familia". Es el tipo de "discurso epigramático", dice Oates, que lo haría ideal para Twitter. De hecho, se registró en esa red social, pero casi de inmediato su cuenta fue pirateada. "Lo que fue bueno para Edmund, viéndolo retrospectivamente", dijo Oates. "Habría acumulado rápidamente una gran cantidad de seguidores en Twitter y quizás desperdiciado su tiempo distraído por sus seguidores".
Si White estuviera en las redes sociales, no tendría mucho que decir sobre sí mismo que aún no haya publicado con franqueza, en lo que Oates describió como una "falta de protección". Saltó a la fama en 1982 con "A Boy's Own Story", la primera entrega de una trilogía autobiográfica que narra su vida desde la infancia hasta los disturbios de Stonewall, y la devastación del SIDA. Una pérdida de personajes que asemejó a la partida, uno por uno, de los actores en el escenario de la Sinfonía “Farewell” de Haydn.
A fines de la década de 1970, White formó parte de Violet Quill, un grupo informal de autores masculinos homosexuales, quienes casualmente hicieron reclamos sobre específicas historias queer: White se centró en su juventud, mientras que Robert Ferro escribió sobre la familia, y Andrew Holleran, con "Dancer From the Dance", se convirtió en un cronista de la cultura de Fire Island.
“La ficción gay antes de eso, Gore Vidal y Truman Capote, fue escrita para lectores heterosexuales”, dijo White. “Nosotros teníamos en mente a lectores homosexuales, y eso marcó la diferencia. No tuvimos que explicar qué era Fire Island".
Los escritores de Violet Quill fueron pioneros, pero como muchos novelistas publicados de la época, aún escribían desde una perspectiva estrecha, es decir, blanca y, a menudo, adinerada. Desde entonces, la literatura queer ha florecido con otras voces: la ficción de Édouard Louis tiene mucho que ver con la clase social; "On Earth We’re Briefly Gorgeous", de Ocean Vuong, también sobre inmigración y abuso de drogas.
En ese sentido, "A Boy's Own Story" ("La Historia Singular de un Niño"), se ha vuelto más significativa por su importancia histórica que por su urgencia. Brandon Taylor, el autor de “Real Life”, recordaba que era un adolescente cuando buscaba novelas gay, y que a menudo las encontraba esenciales. Hoy en día, sin embargo, White "no es una guía para las personas que considero mis iguales", dijo Taylor. Sin embargo, eso no significa que no sea influyente. "Cuando ves un libro sobre una persona queer del medio oeste norteamericano, que llega a la mayoría de edad", agregó Taylor, "es difícil no ver su influencia sobre ello".
Si White estuviera en las redes sociales, no tendría mucho que decir sobre sí mismo que aún no haya publicado con franqueza, en lo que Oates describió como una "falta de protección". Saltó a la fama en 1982 con "A Boy's Own Story", la primera entrega de una trilogía autobiográfica que narra su vida desde la infancia hasta los disturbios de Stonewall, y la devastación del SIDA. Una pérdida de personajes que asemejó a la partida, uno por uno, de los actores en el escenario de la Sinfonía “Farewell” de Haydn.
A fines de la década de 1970, White formó parte de Violet Quill, un grupo informal de autores masculinos homosexuales, quienes casualmente hicieron reclamos sobre específicas historias queer: White se centró en su juventud, mientras que Robert Ferro escribió sobre la familia, y Andrew Holleran, con "Dancer From the Dance", se convirtió en un cronista de la cultura de Fire Island.
“La ficción gay antes de eso, Gore Vidal y Truman Capote, fue escrita para lectores heterosexuales”, dijo White. “Nosotros teníamos en mente a lectores homosexuales, y eso marcó la diferencia. No tuvimos que explicar qué era Fire Island".
Los escritores de Violet Quill fueron pioneros, pero como muchos novelistas publicados de la época, aún escribían desde una perspectiva estrecha, es decir, blanca y, a menudo, adinerada. Desde entonces, la literatura queer ha florecido con otras voces: la ficción de Édouard Louis tiene mucho que ver con la clase social; "On Earth We’re Briefly Gorgeous", de Ocean Vuong, también sobre inmigración y abuso de drogas.
En ese sentido, "A Boy's Own Story" ("La Historia Singular de un Niño"), se ha vuelto más significativa por su importancia histórica que por su urgencia. Brandon Taylor, el autor de “Real Life”, recordaba que era un adolescente cuando buscaba novelas gay, y que a menudo las encontraba esenciales. Hoy en día, sin embargo, White "no es una guía para las personas que considero mis iguales", dijo Taylor. Sin embargo, eso no significa que no sea influyente. "Cuando ves un libro sobre una persona queer del medio oeste norteamericano, que llega a la mayoría de edad", agregó Taylor, "es difícil no ver su influencia sobre ello".
Lo que Taylor y otros jóvenes escritores homosexuales, incluso el propio White, no dan por sentado es que la ficción queer no está tan marginada como en los días en que los editores consideraban demasiado riesgosas novelas como "A Boy's Own Story". En todo caso, tanto la industria como la academia se han acercado al cuerpo de trabajo de White, desde "The Joy of Gay Sex" hasta su biografía indispensable de Jean Genet; y novelas de arte virtuoso como "Hotel de Dream", la favorita de White. El año pasado, la National Book Foundation le otorgó un premio a su trayectoria. En 2018, obtuvo un honor similar de PEN America.
“La obra de White ha recibido un gran reconocimiento”, dijo Chee. "Pero creo que todavía estamos en el proceso de absorver lo importante que él ha sido siempre"..