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7 de noviembre de 2008

OBAMA Y CUBA. Artículo de Rafael Rojas, historiador cubano exiliado en México.


El siguiente artículo realmente merece atención debido a la tesis que elabora en él Rafael Rojas, historiador cubano exiliado en México. He incluído un fragmento con el objetivo de animar al lector a que visite el sitio donde lo encontré, y cuya filación política desconozco. En definitiva, el lugar, o los lugares de su publicación, no determina para nada la lucidez y el acierto expresado por el autor en el artículo.
Aparte de la visión política arcaica y antidialéctica de los comentarios de Fidel Castro y otros, para usar el propio lenguaje marxista de enfoque histórico que pretendió sustentar la dirigencia cubana , el trasfondo principal de ellos no es otro que la necesidad de mantener las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos lo más frígidas y distantes posibles. En mi opinión personal, de todas las presidencias estadounidenses, la que más ha afectado el estado de involución e inmovilidad social y política de Cuba ha sido la de Jimmy Carter.
Donde hay comunicación e intercambio, irremediablemente hay competencia de ideas, de métodos, y de soluciones. El diálogo también expone abiertamente las debilidades ideológicas, sean éstas cuales fuesen, y las vulnerabilidades de quienes las sustentan. Lo cual, por supuesto, conlleva cambios que los detentadores del poder en la isla no quieren por una muy simple y básica necesidad humana: supervivencia del estado de cosas para poder sobrevivir ellos personalmente. La lección aprendida durante aquellos cortos años de apertura fue muy bien asimilada en Cuba, pero de dos maneras fundamentalmente opuestas: primero, el desarrollo económico y el logro de libertades sociales no es un objetivo, no es una meta, es sólo un proceso contínuo que conlleva un trabajo muy duro y amplio por parte de TODOS los sectores de la Sociedad Civil y las instituciones del Estado; segundo, completamente convencidos de la inabilidad de TODOS los sectores de la Sociedad Civil para llevar a cabo esas tareas junto a las intituciones del Estado, la élite gobernante (o vanguardia social, como se llama eufemísticamente a sí misma) se reafirmó en la idea de que cualquier intento de amplia participación, nacido internamente o inspirado desde el exterior, solo serviría para socavar el destino de la nación que pretenden representar; o sea, socavarse a sí mismos. No es asunto de risa, por supuesto, pero...¡cómo se divierte Laffing Sal con los políticos despistados y obtusos que, investidos de alta demagogia seudorevolucionaria, viven en sus vitrinas de realidad virtual, respirando y alimentándose de sus ideas obsoletas! A continuación, el texto del artículo de Rafael Rojas:




El primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro, escribió que John McCain y Barack Obama eran lo mismo y vaticinó que, llegado el momento, este último, quien de "puro milagro no ha sufrido la suerte de Martin Luther King", no saldría electo ya que el "profundo racismo" que existe en Estados Unidos "hace que la mente de millones de blancos no se reconcilie con la idea de que una persona negra con la esposa y los niños ocupen la Casa Blanca, que se llama así, Blanca". El secretario cultural de ese mismo partido, Eliades Acosta Matos, fue más lejos y dijo que el candidato demócrata era, como Colin Powell y Condoleezza Rice, un producto del neoconservadurismo norteamericano, más peligroso aún que el republicano, puesto que representaba las "suaves maneras del contraataque"...

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18 de septiembre de 2008

Agua Blancas de la Vida*.



El grupo de seropositivos, diverso en muchos aspectos, poseía una característica unificadora muy particular. Formaban un conglomerado social con ciclos de ostracismo generados por ellos mismos; o estimulados por algunos miembros de la sociedad cuyas percepciones y sentimientos hacia ellos, como en los tiempos de las plagas medievales, oscilaba entre la piedad, el horror de verse en situación semejante, y una indiferencia con la cual trataban de ignorar, o negarse a sí mismos, la posibilidad de esta realidad contemporánea. Silenciosos, y manteniendo distancia entre sí, con excepción de una pareja interracial heterosexual que charlaba en voz baja, esperaban al chofer de la camioneta que los llevaría hasta el campamento Lotus, a orillas del American River, en la región de South Fork, a unas 44 millas al noroeste de Sacramento, la capital del estado de California. La mañana neblinosa en San Francisco hacía juego perfecto con el ánimo de los pasajeros en el vehículo ya en marcha. Moviéndose tentativamente por las calles de la ciudad, Erick buscaba otra salida porque el puente principal para atravesar la bahía estaba cerrado por reparaciones. – ¿Cuánto se demora el viaje hasta allá? – preguntó una de las mujeres, con un tono de voz casi histérico que causó miradas de soslayo y entrecejos arrugados. Más tarde supimos que era su tono habitual de preguntar. Según nos explicó, debido a la ansiedad que le provocaba la posibilidad de ser ignorada. El joven chofer voluntario desvió momentáneamente la mirada del camino para responderle – Son unas 130 millas en total. En poco más de dos horas estaremos allá – y dio un respingo en el asiento al percatarse de un ciervo saltando frente al vehículo, para desaparecer aterrorizado con otro salto en la maleza. Del mismo modo que los pensamientos sombríos se iban esfumando con la brisa que entraba por las ventanillas, la mañana se fue aclarando paulatinamente también. El sol comenzó a asomarse, primero tímidamente, para intensificar sus rayos con cada milla avanzada, hasta disipar completamente la neblina que intentaba vanamente en anularlo. Una vez llegados al lugar, el lenguaje corporal, las expresiones de los rostros, y las exclamaciones alegres del grupo expresaron el cambio favorable en el estado de ánimo de todos. Frente a ellos, el río se deslizaba con un torrente rápido y fuerte, formando pequeñas turbulencias y remolinos alrededor de rocas de múltiples formas y tamaños, que desafiaban la corriente inútilmente, pues el poder desbastador de las aguas en movimiento era inaguantable.

El hombre y la anciana se miraron mutuamente con desmayo. La experiencia había sido vivida muchas veces por ellos como para no provocarles desasosiego. Pero acababan de salir del vehículo viejo sin aire acondicionado. Sudorosos, y con los pulmones llenos del aire caliente y contaminado de las carreteras de Dallas en su terrible verano, podían hasta visionar una oficina de Inmigración como si fuera un oasis.
Plantados bajo el Sol, y en medio del estacionamiento de la repudiada institución, observaban la fila de individuos, sofocados por el calor, que se movía lentamente alrededor del edificio. Como un peñasco batido por un oleaje constante de humanidad, en él había quienes trataban inútilmente de contener, con reglas selectivas y en ocasiones discriminadoras, las aspiraciones de una multitud foránea que para ellos amenazaba con cambiar nuevamente el rostro del país. No había mejores aliados, en esta tarea de suprimir y rechazar, que la mala fortuna, la ignorancia o la desidia del público; junto a la apatía oficial, y el burocratismo más acérrimo de algunos funcionarios.
El poder de calcinación del sol disminuyó súbitamente. Detrás de la edificación, como tinte expelido por un pulpo escabulléndose de un enemigo mortal, una nube tormentosa comenzó a expandirse rápidamente hasta cubrirlo todo. La anciana apretó los ojos y crispó su menudo cuerpo al primer rayo. – Vamos apurarnos y entrar antes de que cierren y perdamos el turno – dijo asustada. Los primeros granizos, como pelotas de golf, empezaron a caer justo cuando entraban al vestíbulo del edificio y cerraban la puerta detrás de ellos. Afuera, decenas corrían despavoridos en la intemperie, buscando protección de la inclemencia del viento, el agua y el hielo a la que el custodio los dejara sin misericordia.

La expedición estaba formada por tres balsas con seis tripulantes cada una, más el guía y timonel. El trabajo de éste último era maniobrar la balsa desde la popa, con un remo especial para ello. Desde allí, con órdenes cortas y precisas, el guía comandaría las acciones necesarias para el éxito de la navegación y la seguridad de su tripulación.
Después de transportar las balsas hasta la orilla del río, y colocarlas en el agua, Frank, nuestro cabecilla, se introdujo él mismo al grupo. Cada cual hizo lo mismo más tarde. Frank habló brevemente de la actividad a realizarse en el río, de sus responsabilidades y de nuestras obligaciones. Con cierto autoritarismo se dirigió al grupo colocado ahora en círculo a su alrededor; algo puramente formal como aprendimos luego cuando lo conocimos mejor, pero que no fue muy bien acogido en ese instante de acuerdo a las expresiones de algunos rostros. – Para aquellos sensibles a recibir órdenes gritadas – aclaró – no lo tomen personalmente, por favor. A veces soy rudo cuando las cosas no van como espero, ¡y espero mucho de mi tripulación! Deben seguir al pie de la letra mis órdenes. Llevo muchos años haciendo esta actividad y sé lo que estoy haciendo. Tienen que confiar en mí y reaccionar rápido a mis instrucciones. Hay momentos de calma y relajamiento en la trayectoria. Ése es el momento para desahogar cualquier frustración en mi contra, o contra cualquier otro miembro del grupo. Si digo, ¡atrás, atrás...!, eso significa que remen todos en dirección contraria para reducir la velocidad, o para frenar completamente. ¡Adelante todos!, significa remar al unísono hacia adelante; y que puede ser despacio, o con todo lo que tienen cuando haya necesidad de escapar una situación peliaguda. ¡Izquierda, adelante; atrás, derecha!, que los remeros de la izquierda remen hacia delante, para conseguir que la balsa gire hacia la izquierda. Los del lado derecho deben remar hacia atrás, en ese momento, para facilitar la maniobra. Lo mismo debe hacerse, pero en sentido inverso, para conseguir el efecto contrario; o sea, doblar hacia la derecha. Vamos a encontrar rocas, y otros obstáculos, en la ruta. Con estas maniobras sencillas, ejecutadas rápidamente hasta que ordene parar, evitaremos problemas. Concentración en mis comandos ayuda también a controlar el miedo, que es normal tenerlo en algunas situaciones, porque los enfoca en la tarea inmediata a resolver. Si se caen al agua, no traten de ir hacia las orillas. Déjense llevar por la corriente, flotando de espalda con los pies recogidos y hacia delante en la dirección de ésta, para ayudarlos a esquivar cualquier roca que aparezca. En caso de que caigan en un remolino, no luchen contra él. Mantengan la calma, y en el fondo naden hacia los lados de éste para escapar su fuerza de succión. El chaleco salvavidas los ayudará a salir a flote. No se olviden de la frialdad del agua, que puede llevarlos a la hipotermia rápidamente. Por eso es importante que el rescate se haga en los primeros minutos. Los que quedamos a bordo nos encargaremos de hacerlo así. Además, las otras balsas ayudarán en el rescate – Frank se detuvo unos segundos para estudiar las expresiones faciales de los presentes – ¿Alguna pregunta, duda, comentario? ¿Está todo entendido? Sus palabras despertaron en la conciencia de todos, por primera vez, la noción de dónde y en qué se estaban embarcando. Un silencio espeso, como humo contaminante de factoría, cayó sobre ellos polucionando la actitud alegre y ligera mantenida hasta hacía poco. Preocupado por el efecto que la crudeza de sus palabras hubiera traído en el ánimo de la tripulación, Frank descartó la seriedad de éstas con una risa sonora y divertida que relajó al grupo. – Todo va a salir bien- aseguró con una expresión confiada en el rostro, y con un movimiento asertivo de la cabeza. ¡Arriba, a divertirnos muchachos! 

El aire acondicionado dentro del local estaba enrarecido. Nadie fumaba, por supuesto, pero la exudación nerviosa de tantos cuerpos de diferentes nacionalidades producía un olor acre difícil de definir. A pesar de la frialdad artificial, sudor cubría algunos rostros, y empapaba los cuellos, los sobacos, y las espaldas de muchos en espera. A ratos, un olor a curry metabolizado se posesionaba por un instante del olfato; para ser sustituido, alternadamente, por otro de taco, de butifarra, de caldo de cebolla, o de cualquier otro plato de las muchas transpiraciones culinarias del mundo allí presente. Todo esto era agravado por la cualidad ofensiva, y cuasi lacrimógena, de algún que otro silencioso pedo étnico. Una puerta chirrió al fondo de la sala de espera una hora y media más tarde. La figura vacilante de un hombre uniformado asomó la cabeza y el tronco del cuerpo a través de ella, como un títere en su retablo. Aclarándose la garganta, para llamar la atención de la concurrencia, anunció: – Por favor, presten oído a los mensajes del altavoz. Si no contestan prontamente pueden perder el turno. Cuando llamemos, las personas del lado derecho en orden numérico, y con boletas azules, diríjanse a la puerta de la izquierda; las del lado izquierdo en orden numérico, y con boletos rojos, alinéense en la puerta de la derecha. Ocasionalmente les pediremos que se desplacen hacia adelante, o hacia el fondo del local; o puede que necesitemos sentarlas en un lado u otro del recinto, de acuerdo a nuestras necesidades de espacio. Si siguen nuestras indicaciones al pie de la letra, todo será más rápido y eficiente. Perdonen las inconveniencias que podamos ocasionarles. ¿Entendido? – Y sin esperar respuesta, la figura se escabulló nuevamente hacia la zona prohibida del edificio desde donde había surgido. Había dejado por detrás a una masa confusa cuyas orejas, como antenas receptoras, estaban dirigidas de concierto ahora hacia las pocas bocinas en el cielo raso. A partir de entonces, cuando el anunciante mal pronunciaba un nombre foráneo, distorsionado y roto por algunas bocinas defectuosas y de mala calidad, la mayoría de los presentes se transfiguraban mágicamente en asiáticos. Los ojos razgados, cuasi cerrados no por una específica cualidad racial en esta ocasión, sino debido al esfuerzo de concentración para querer oír; además, manteneniendo los hombros encorvados y las  manos penosamente crispadas por la tensión. Como si con esas transformaciones corporales, ellos pudieran filtrar y mejorar la posibilidad de identificar los nombres que, en forma de chirridos amortiguados, les llegaban a los oídos. Por fin les llegó, hasta el hombre y la anciana, el confuso sonido de un nombre lejanamente familiar: Offfliverrriafff… Farrrnesfff…, puerrrfffta… núfffmerrro… trrresfff… – ¿Qué número de puerta dijo? – preguntó el hombre – Pero no hizo falta una respuesta. En una de  ellas, la figura grotescamente obesa de una oficial de inmigración abanicaba  su volumen con su expediente personal, mientras balbucía una versión fonética de su nombre que ya había oído en otros lugares: Aliveria Fana (¡!).
A pesar suyo, prejuicios sexistas, racistas, y otros pensamientos groseros y retrógrados, afloraron en el cerebro del hombre: mujer, negra gorda diabética posiblemente – que no le están dando - burócrata aburrida y mal pagada – discriminada encubiertamente, y  a su vez discriminando para desquitarse - con poder de decisión y un caso certificado de VIH positivo en sus manos: igual a problemas para él con los trámites de legalización. Sin pensarlo más dejó de especular, e hizo un gesto con la cabeza a su madre para que lo siguiera, mientras se comandaba mentalmente  así mismo: ¡Adelante... con fuerza y a todo tren! La puerta se cerró a las espaldas del dúo con traqueteo de cristales flojos en sus monturas. Ambos navegaron los pasillos del lugar como si lo estuvieran  haciendo en los rápidos de un río desconocido, apoyándose el uno en el otro en busca de reafirmación. Suspicaz, e intuyendo el torbellino en la distancia, el hombre se sintió crispado e impotente ante la fuerza que ahora, fuera de su control, lo arrastraba por aquellos pasillos blancos hacia un final desconocido. Resignado, paró finalmente de batallar, dejándose llevar momentáneamente por ella.

El agua gélida del rió les frenó la impetuosidad. – ¡Cojones, que fría! ¡Ni porque estamos en verano! – El hombre se apoyó momentáneamente en la balsa para mantener el equilibrio. – ¡Ay..., quema la muy cabrona! – Se me olvidó decirles – comentó Frank pausadamente, y con una expresión pícara en el rostro al ver los aspavientos – que mojen la superficie de goma antes de saltar en ella. – ¡Tu madre! – murmuró en su lengua nativa, mientras le desplegaba una sonrisa juguetonamente plástica a Frank, quien se la devolvió de la misma calidad adivinando alguna malicia. Para practicar, y en espera de que las otras balsas estuvieran listas, comenzaron a remar torpemente en círculos alrededor del área de partida. Sentado en la popa, Frank exultaba la pasión que sentía por encontrarse de nuevo en el río. – Arghhh.! – gruño jocosamente, fingiendo la expresión estereotípica de un capitán pirata irritado y desalentado por los desmañados esfuerzos de su marinería.
La constitución física de Frank era enjuta, pero una observación cuidadosa de su cuerpo revelaba, aunque de forma moderada, definición y fortaleza muscular. Como los otros miembros de nuestro grupo, era gay y seropositivo. Pero su actitud personal, y estado de salud, no delataban para nada que era seropositivo. Sobre todo para quienes están acostumbrados a encajonar y poner etiquetas a la gente guiándose por las apariencias. Otra cualidad presente en Frank, aparte de ser un magnífico navegante como quedó demostrado durante nuestra aventura por el American River, era su sentido del humor y su capacidad narrativa. Esta cualidad hizo más amena las cuatro horas que duró el viaje por el río. Ayudando a que éste transcurriera como si solo estuviéramos haciendo un recorrido por una de esas inocentes atracciones acuáticas de un parque de diversiones. La historia que nos contó de su experiencia reciente con un grupo de adolescentes ciegos nos impactó sobre todas las cosas. Cuando atravesábamos un sector en el río de turbulencia moderada, nos pidió cerrar los ojos y no abrirlos para nada. Debíamos seguir sus instrucciones al pie de la letra, sentir el aire batiéndonos el rostro y el cuerpo, y prestar atención a los sonidos ambientales alrededor y las aguas agitadas. La oscuridad de la invidencia, y la inminencia del peligro potencial que nos rodeaba, provocaron sensaciones y pensamientos perturbadores que eran simultáneamente estimulantes; y como todo lo experimentado en nuestra aventura a través del río, contribuyó mucho a poner en perspectiva nuestras tribulaciones individuales.
La travesía continúo sin contratiempos, con alguna que otra maniobra sencilla para esquivar rocas apenas sumergidas; o para evitar ser rasguñados por arbustos en la orilla de una curva pronunciada del cauce. Por un largo trecho, la calma del lugar invitó a la contemplación relajada del paisaje y también a la reflexión. ¡Cuán diferente era la vegetación de este bosque, en las colinas circundantes, a la del trópico, tan exuberante, caótica y enmarañada! Aquí hasta la naturaleza parece tener un sentido u orden premeditado que, aún en su salvajismo y a menudo a pesar de él, invita a la búsqueda de equilibrio y resolución. Percibir la vida como un río, siempre diferente y en movimiento, alternando períodos de calma con otros de sorpresas buenas o malas, de inquietudes sabidas o inesperadas, era uno de los mensajes implícitos de esta experiencia. Dejarse llevar por la corriente, sin cuestionarla ni luchar contra ella; aprendiendo a navegarla con los recursos disponibles, vadeando o enfrentando las dificultades según el caso, y cuando posible, descansar en las orillas para retomar fuerzas y volvernos a orientar; tomando responsabilidad, aceptando y perdonando errores propios y ajenos, no importa cuán estúpidos y dañinos; y aceptando el miedo con naturalidad, para poder sobrellevarlo y vencerlo, para no dejar que nos amilane, con su poder destructivo, hasta el punto de la renuncia.
El espíritu de esta aventura acuática concordaba perfectamente con el nombre que los fundadores de la organización, manejada mayormente por voluntarios provenientes de la multifacética sociedad civil norteamericana, escogieron cuando decidieron organizar actividades físicas y recreativas de apoyo para el seropositivo: Healing Waters (Aguas Curativas, en español). El sonido en aumento de una caída de agua a la distancia, profundo y sordo, presagiaba peripecias serias. – ¿Y ese ruido in crescendo? – interrogó nerviosamente el músico del grup. – “El Hueco de Satanás” – replicó escuetamente Frank, con flema típica de su ascendencia inglesa. – ¿El qué...? – dijeron todos a coro, mirándose entre sí alarmados. – Anclen los pies, lo mejor que puedan, en los bordes interiores y en las divisiones interiores de la balsa. Y pase lo que pase, no dejen de remar hasta que salgamos del hueco; porque si nos trabamos en él, los que vienen detrás nos pueden caer encima…, ya ha pasado antes – concluyó teátrico y serio, después de una pausa intencionalmente prolongada. Frank sembraba indudablemente la alarma como técnica para tantear la disposición de la gente ante la dificultad, y con ese conocimiento evitar el obstáculo si no veía apoyo para enfrentarlo. Pero nadie se amilanó ante el reto.
¡Listos muchachos, no dejen de remar! ¡Adelante... con fuerza y a todo tren! – ¡Ahora sííí... coño! ¡Qué hondo está ese hueco, pa’su…! ¡Aaahhh… auxiliooo…! ¡Ja, ja, ja, ji, ji, ji…! ¡Ay de mí…, cojone..., qué me caigo coño…, agárrame..! ¡Qué fría está la puñetera agua…! – Sacudidas erráticas, giros y más vueltas en redondo de la balsa, volcadura abortada por un tris, ¿quién me dió con el remo...? Caos de los sentidos… ¿Quién soy...adónde voy..? Batacazo contra una roca enorme, agua por doquier… todo mojados… ropa de polyester mejor… el agua fría se evapora más rápido. Más allá del torbellino arrollador de las aguas blancas, y tras experimentar en carne propia lo que sucede en la tambora de una lavadora, los muchachos gritaron eufóricos en celebración a pesar del estropeo y del susto, mientras levantaban y chocaban los remos en lo alto en señal de victoria.

Navegar los pasillos llenos de oficinas similares, en cualquier agencia gubernamental, es siempre alienante. Los de Inmigración son además intimidantes, porque cada oficina dejada atrás evoca un vórtice, en la mente del observador, en cuyo centro funcionarios devoran destinos humanos en formas de expedientes. Algunos de los solicitantes salen airosos del prolongado proceso desmenuzador de la politizada máquina de inmigración; otros, menos afortunados, desaparecen en los numerosos “black holes” del enorme y caótico universo burocrático, así referidos por abogados especializados que luchan para rescatar de ellos a sus clientes. El hombre tenía la vista inadvertidamente clavada en el voluminoso trasero de la oficial que caminaba al frente de ellos. No porque aquél fuese de su interés, sino porque sobre él descansaba un expediente, sostenido por la mano regordeta que la empleada había colocado momentáneamente en su espalda. Un tirón leve en la solapa de su abrigo, acompañado de una mirada y un gesto reprobatorio por parte de su anciana madre, le hizo desviar la mirada hacia otro lado con un mohín de disgusto. Sabía que ese expediente contenía el resultado de su último chequeo médico. Efectuado en el laboratorio de una de las clínicas certificadas por el gobierno, contenía información sobre el resultado positivo que la prueba de VIH había arrojado. Todavía recordaba la estupefacción en la cara de la enfermera ante su reacción cuando ella se lo mostró. En vez de temor por su vida, lo único que él comentó fue su preocupación por el modo en que se verían perjudicados sus trámites migratorios. No fue hasta más tarde que, en la soledad de la noche y cuando el exceso de adrenalina en su cuerpo comenzó a menguar, él tomó conciencia del impacto transformador que tal evento traería a todo su quehacer existencial. Poco a poco empezó a apoderarse de su mente un miedo irracional de estar a solas, en aquella habitación oscura, con esos microscópicos entes destructores adentro de él. Y como si las luces, y la compañía simbólica de otros seres humanos, pudieran poner a raya las intenciones de estos nano monstruos para nada infantiles ni debajo de la cama, encendió todas las luces del apartamento, y colocó alrededor de la cama fotografías enmarcadas de sus familiares más cercanos para velar sobre él. Sólo así, exhausto por la agitación del día, pudo alcanzar el sueño bien entrada la madrugada, para quedarse dormido en su primer día con una capa más de Diferencia a asimilar.
El cubículo de la oficial, pequeño y mal iluminado, no tenía puerta que ofreciera privacidad; afortunadamente, como pudo comprobar después. Un buró maltratado parecía dividir el territorio entre bandos a menudo en pugna. Más que una herramienta de trabajo para dilucidar asuntos de interés común, muchas veces ese mueble parecía más bien cumplir la función de muro contenedor en una disputa de fronteras. El hombre y la anciana esperaron pacientemente, sentados uno al lado del otro, a que la obesa mujer se acomodara. Un agudo chasquido proveniente del respaldo de su silla giratoria, seguido de manotazos en el aire y pataleo en búsqueda de equilibrio, alarmó a la pareja al otro lado del buró, y que trató inútilmente de brindarle ayuda. Por suerte, lo reducido del espacio y el volumen corporal de la mujer fue suficiente para evitar una caída embarazosa. Pero el incidente debió influir negativamente en su estado de ánimo de cualquier modo. El espectáculo de inmovilización ofrecido al observador tuvo que hacerla sentir, aunque fuese muy breve, como un tapón bien ajustado en un sumidero. Acalorada y refunfuñando, la oficial bajó la cabeza mientras levantaba el expediente para acercarlo a unos ojos pequeños cuya necesidad de espejuelos era evidente, pero que estaban ausentes por algún motivo. El movimiento pendular de la cabeza, mientras leía, era copiado automáticamente por la del hombre que, inclinado hacia adelante en el borde de su asiento, seguía atentamente la expresión facial de la mujer. Después de una corta lectura, ésta dejó caer el documento desde lo alto como si estuviese contaminado. Con estudiada calma, y sin decir o mirar a nadie, dedicó por un buen rato de su tiempo a limpiar y ordenar el reguero en la superficie del buró. Presillas retorcidas formando mini esculturas, papeles manchados de café, migas petrificadas de rosquillas, y polvo facial mezclado con azúcar para diabéticos fueron a parar finalmente al cesto de la basura. Por último, alzando e invirtiendo el teclado de la computadora lejos de sí sobre su cabeza, sopló fuertemente entre las teclas, provocando así una nevada minúscula sobre la alfombra. – Su solicitud de entrada al país está denegada – declaró enfática y escuetamente, mirándolo por primera vez a los ojos. – ¿Por qué razón? – inquirió el hombre con una naturalidad forzada que ocultaba temor y un enfado incipiente. – Usted sabe el resultado del examen médico, ¿no es así? – Por supuesto, pero he trabajado y trabajo legalmente, tengo cobertura de salud, un buen sueldo, he pagado mis impuestos puntualmente, y no tengo antecedentes penales. Ni tan siquiera una violación seria de tránsito. Dígame, ¿qué tengo que hacer ahora?, ¿necesito un abogado? – le replicó en una sola línea sin tomar aire, y en un tono de voz algo fuerte. La anciana, sin comprender lo que sucedía, los observaba alternadamente con naciente alarma. – Todo eso está muy bien, y si quiere puede demandarme – replicó desafiante, al parecer tomando la mención de un abogado como una amenaza personal – sin embargo, la ley dice que ninguna persona que tiene… – pero la frase fue interrumpida en forma abrupta por el hombre. – ¡No mencione esa palabra en presencia de ella! No le he dicho aún mi condición. No sabe inglés, pero la conoce de las noticias. Frustrada, y sin saber que más decir, la funcionaria se arrellenó pesadamente y resoplando en la quejumbrosa silla.
El hombre había notado, con el rabillo del ojo, una sombra delgada pasando frente a la entrada del cubículo una y otra vez. Finalmente, cuando la entrevista devino en controversia, una figura larguirucha irrumpió sigilosamente en el lugar. Inmediatamente, la oficial de inmigración adoptó una postura reposada. – No, no, esto no se maneja así – aclaró quedamente Mr. Más Importante – Situaciones como ésta se analizan caso por caso. Requieren un proceso donde se analizan diferentes parámetros antes de tomar una resolución. No está mal la idea de buscarse asesoría legal, señor – concluyó Mr. Más Importante antes de salir tan quietamente como había entrado. El hombre tuvo que contener un impulso infantil. El de colocar ambos pulgares en las sienes, y abanicando ambas manos abiertas, sacarle la lengua a la ignorante. Su sensación de esperanza, y de justicia otorgada, dio paso inmediatamente a otra de estupefacción cuando oyó decir cruelmente a la mujer: – ¡No sé para que te empeñas en legalizarte, si en tres años vas a estar muerto! Un bloqueo mental lo inmovilizó momentáneamente. Algo parecido a la sensación que se produce cuando se cae a un vacío. Un ligero tremor sacudió sus hombros , y luego viajó hasta su rostro, obligándolo a bajar la cabeza y cerrar los ojos por un instante. Abrió la boca, pero no replicó a la bajeza. Y pudo contener la ira porque llegaba hasta él, ahora desde otra dimensión, una voz fuerte que lo alentaba: 
– ¡Listos muchachos, no dejen de remar! ¡Adelante... con fuerza y a todo tren! – ¡Ahora sííí... coño! ¡Qué hondo está ese hueco, pa’su…! ¡Aaahhh… auxiliooo…! ¡Ja, ja, ja, ji, ji, ji…! ¡Ay de mí…, cojone..., qué me caigo coño…, agárrame..! ¡Qué fría está la puñetera agua…!


Nuestro grupo navegó en tres balsas. El autor, en la gris, también con ropa gris al fondo y a la derecha del timonel.

EPÍLOGO. Mi odisea con Inmigración terminó, a favor mío, tres años y casi cuatro mil dólares más tarde. Ello gracias a una serie de factores positivos, entre los cuales estuvieron: mi consabida paciencia china (debo tener algún gene asiático por ahí), mi historia y antecedentes en el país, confianza en el sistema; pero sobre todo, una magnífica abogada con un corazón más magnífico aún, muy especializada en estos asuntos y muy bien conectada. Me hice finalmente ciudadano norteamericano; aunque, por supuesto, sigo siendo cubano de espíritu, así como también por las leyes de Cuba. Quizás a su pesar, la predicción de la oficial de emigración no se cumplió; no me morí, ni me voy a morir en largo tiempo. El día de la ceremonia de entrega de mi certificado de naturalización estadounidense, ella estaba entre los funcionarios presentes. Después de recoger los documentos oficiales, antes de bajarme del estrado, me paré momentáneamente mirándola con una sonrisa irónica para que me notara, y con los papeles desplegados en mi pecho como modelo en su pasarela. Al principio me sonrió confundida, después cayó en cuenta y desvió rápidamente la vista. El viaje al American River, con Healing Waters y su equipo de voluntarios, lo he convertido en una tradición anual que espero mantener viva mientra la edad y la salud me lo permita. Lo único diferente es que cada año voy a intentar traer a un invitado. Este año volví con mi sobrino Ronald, el joven fortudo y con sombrero sentado en la balsa al frente de mí. Él es heterosexual, pero eso no quitó que, en ese ambiente mayormente gay, se sintiera bien y pasara un magnífico rato. La experiencia fue para él inigualable y muy estimulante en todo sentido. Para mí, revivirla de nuevo con él, fue motivo de gran satisfacción y orgullo personal. Abajo, fotos nuevas de la excursión de este año.





10 de septiembre de 2008

ACUDAMOS EN AYUDA DE NUESTROS HERMANAS Y HERMANOS EN CUBA.



La Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR) acaba de lanzar un llamamiento urgente de 6.4 millones de francos suizos (5.8 millones de dólares o 3.9 millones de euros) para apoyar las operaciones humanitarias que la Cruz Roja Cubana está llevando a cabo en una temporada de huracanes especialmente difícil.
La recaudación de fondos permitirá cubrir las necesidades más urgentes y ayudar a 8.000 familias durante los próximos nueve meses. Entre las necesidades más urgentes en estos momentos, según los expertos en las áreas afectadas, son la distribución de paquetes familiares para el hogar que comprenden bidones de agua, utensilios de cocina, mosquiteras, colchones, ropa de cama, toallas y filtros de agua.
Más del 60 por ciento del territorio cubano ha sido afectado directamente por el huracán y ha causado daños en sectores como el alojamiento, la educación, las granjas y la pesca, además de la electricidad y las telecomunicaciones. Para empeorar más aún la situación el huracán Ike que está atravesando Cuba está dejando tras de sí una estela de destrucción, aunque aún es demasiado temprano para hacer evaluaciones, indudablemente complicará la respuesta humanitaria y aumentará la vulnerabilidad y las necesidades de la población afectada.
El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja continúa coordinando esfuerzos tanto dentro como fuera del país desde los primeros momentos de la emergencia. Un delegado especialista en la gestión de socorros y otro en refugios han sido enviados a Cuba para apoyar las evaluaciones de necesidades.
En un mundo asolado por la pobreza, las guerras, los desplazamientos de población y los desastres, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja presta asistencia a las personas que la necesitan sin distinción de raza, religión, clase social ni opinión política.

 


POR FAVOR, DEJA LAS PALABRAS A UN LADO POR AHORA. AYUDA A TUS HERMANOS CUBANOS EN DESGRACIA. HAGA UNA DONACIÓN EN LÍNEA USANDO EL SIGUIENTE VÍNCULO DIRECTO DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE SOCIEDADES DE LA CRUZ ROJA Y DE LA MEDIA LUNA ROJA

TAMBIÉN PUEDE USAR EL SIGUIENTE VÍNCULO DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE SOCIEDADES DE LA CRUZ ROJA Y DE LA MEDIA LUNA ROJA PARA MÁS INFORMACIÓN CON RESPECTO A ESTE TIPO DE AYUDA:
BUSCA EN ESTA PÁGINA UN VÍNCULO A GOOGLE EARTH DONDE PODRÁS VER, CON BASTANTES DETALLES, TODAS LAS LOCALIDADES Y CIUDADES AFECTADAS POR IKE DURANTE SU RECORRIDO A TRAVÉS DE CUBA. NECESITAS TENER INSTALADO EL PROGRAMA GRATIS GOOGLE EARTH EN TU COMPUTADORA.

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29 de agosto de 2008

¡Abur... al Sitio de Internet de la Diócesis Católica de Camagüey!


¡CIAO, CIAO!

COMO CUALQUIER OTRA MONARQUÍA, LA ECLESIÁSTICA NO TIENE DEMOCRACIA NI LIBRE EXPRESIÓN TAMPOCO. CON UNA EXPLICACIÓN AMBIGUA, AL SITIO DE INTERNET DE LA DIÓCESIS CATÓLICA DE CAMAGÜEY LE CERRARON LAS PUERTAS DEL CIELO CIBERNÉTICO. VISITE LA PÁGINA CON EL MENSAJE DE DESPEDIDA Y VÍNCULOS PARA LUGARES ALTERNATIVOS. NO TOMO CRÉDITO POR LA DESAPARICIÓN DEL SITIO, PERO SI CONTRIBUÍ A ELLO, COMO SE DICE EN INGLÉS: COOL WITH ME!





23 de agosto de 2008

Manifiesto* (clic para visitar letras.s5.com)




MANIFIESTO

No soy Passolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardoscon destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como el barco del General Ibañez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeandonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Super-buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrilazo de la CNI
lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseño la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y esa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subersivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
para que puedan volar.


*Texto leído, por el poeta chileno Pedro Lemebel, como intervención en un acto político de la izquierda en Septiembre de 1986, en Santiago de Chile.