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28 de septiembre de 2019

Africa y Homofobia - NIGERIA Y LA DESHUMANIZACION DEL HOMBRE GAY (Primera Parte)



NIGERIA Y LA DESHUMANIZACION A SANGRE FRIA DEL HOMBRE GAY - TENGO CICATRICES PARA PROBARLO


Richard Akuson es un abogado nigeriano, activista de derechos LGBTQ +, ensayista, editor y fundador de la revista A Nasty Boy, la primera publicación LGBTQ + de Nigeria que busca desafiar las normas convencionales sobre género y masculinidad. Akuson tiene su sede en Nueva York ahora.

Las expresiones expresadas aquí son únicamente suyas.




Comencé la revista A Nasty Boy en 2017. Mi objetivo primordial fue validar y afirmar las vidas y experiencias de los hombres homosexuales en Nigeria. Esperaba que pudiera contribuir, de alguna manera, a una tolerancia más amplia para la comunidad LGBTQ + en todo el país. Quería iniciar conversaciones significativas, sobre normas de género y masculinidad, que tratasen específicamente sobre nuestras realidades como hombres homosexuales; esto dentro de una cultura que es venenosamente patriarcal y profundamente homofóbica. En este contexto de violencia antigay mortal, A Nasty Boy se atrevió a ser un refugio para hombres homosexuales en Nigeria y, en ningún momento, recibió atención internacional a través de CNN, BBC, The Guardian, The Economist, Vogue ni otros medios.

Pero ni el éxito y aclamación que tuvo, ni mi privilegiada posición social, como abogado e hijo de un político, pudieron protegerme. Cuatro hombres me emboscaron y atacaron brutalmente en mi ciudad natal Akwanga, estado de Nassarawa en Nigeria central, a fines del año pasado. Mientras me golpeaban, me acusaban de ser gay y de "difundir una agenda gay"; cada golpe era un asalto a quien yo era. Tomaron mi teléfono, me obligaron a desbloquearlo y encontraron más pruebas de mi homosexualidad. Mofándose, me introdujeron palos en el ano simulando penetración. El dolor paralizante y desgarrador que siguió a cada golpe, a cada penetración, lo sentí como si mi piel fuese clavada en una pared. Me tomaron fotos para conmemorar su triunfo en mi momento de humillación.

Sin embargo, aunque horrible, este ataque palidece en comparación con la brutalidad fatal que muchos hombres homosexuales nigerianos han experimentado con demasiada frecuencia. Linchamientos, o picotas hechas con llantas de gomas que posteriormente son encendidas para quemar viva a la víctima. No porque fuera un terrorista o algo peor, sino por ser gay en un país terriblemente homofóbico. En Nigeria, los hombres homosexuales son descritos como cánceres que erosionan profundamente la estructura de la sociedad, como tumores que deben ser eliminados...
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La Ley Federal de Matrimonio entre Personas del Mismo Sexo (Prohibición) de 2014 dice que cualquier persona declarada culpable de homosexualidad puede enfrentar hasta 14 años de prisión. La ley religiosa islámica conocida como sharía, practicada en 12 estados del norte del país, impone pena de muerte por lapidación. A través de estas leyes draconianas, arrestos arbitrarios y extorsión por parte de la policía, el gobierno nigeriano sanciona la violencia contra sus ciudadanos LGBTQ +.
Una investigación de PewGlobal de 2013 sugiere que el 98% de los nigerianos creen que la sociedad no debería aceptar la homosexualidad. Una encuesta de 2017 realizada por The Initiative for Equal Rights (TIERS), una organización de derechos humanos con sede en Nigeria mostró que el 90% de los nigerianos apoyan la aplicación continua de las leyes contra los homosexuales. La homofobia es el lazo que une a un país dividido; el único tema donde se pone de acuerdo una nación con lealtades étnicas crónicas, de tensiones religiosas y gobiernos fallidos. Creciendo en Nigeria, fui testigo a primera mano de una cultura profundamente arraigada en híper masculinidad insidiosa y homofobia virulenta.

Durante mi infancia fui caracterizado como un "niño-niña", aun cuando no conocía todavía el cosquilleo y la compleja belleza de ser gay. En mi juventud, fui ajetreado diariamente por un padre que intentaba "endurecerme" por medio de sus palabras y acciones; y luego, por una sociedad que me recordaba constantemente las muchas formas en que me quedaba corto en su escala de masculinidad. Como estudiante internado, fui intimidado por mis compañeros de estudio. En la universidad, me convertí en un paria social y en la pancarta de los "maricones", después que mi mejor amigo me delatara en un campus que libraba una "Guerra contra la Homosexualidad".

Al otro día del ataque mencionado arriba, les revelaron anónimamente a mis padres que era homosexual. Como la mayoría de los nigerianos, mi padre se aferró a su híper masculinidad cuando me dijo: "Dios no quiera llegue el día en que otro hombre te penetre". "Solo será sobre mi cadáver, Richard". No me ha hablado desde entonces, salvo por una grabación telefónica que me dejó el día de Navidad. Poco después de lo ocurrido, reuní mi vida de 25 años en dos maletas y abordé un vuelo a Nueva York. Como tantos otros solicitantes de asilo antes que yo, salir del país fue una cuestión de supervivencia. Atrás quedaron familiares y amigos, una vida social próspera, una exitosa firma de relaciones públicas de modas que comencé en 2016, y que ahora se ha derrumbado en mi ausencia, y otras comodidades que uno da por sentadas hasta que desaparecen.

Recientemente, en un momento de reflexión, un amigo me preguntó: "¿Qué sucede ahora que tu país ha roto contigo y te ha desautorizado? ¿Qué sigue, Richard?"
Hubiera querido tener, en ese momento, la fuerza de convicción que tengo ahora para decirle esto: continuaré luchando. Continuaré defendiendo las vidas increíblemente valientes y trágicas de muchas personas LGBTQ + que, a diferencia de mí, no pueden levantarse y marcharse súbitamente.

Sus realidades son una aureola que siempre flotará alrededor de mi cabeza como un recordatorio de mi buena fortuna; así como de la persecución y la deshumanización aplastante a que han sido sometidas sus almas.