En la década de los setenta del siglo pasado, no recuerdo exactamente el año, “El Señor de las Moscas” fue proyectado en Cuba. Era una copia de mala calidad, traída ilegalmente al país como otros muchos filmes. El bloqueo, la desastrosa política económica cubana, mas cierta tendencia humana de apropiarse de lo ajeno, permitió y justificó esa situación. Sin embargo, esa ilegalidad fue “afortunada” de cierto modo para el cubano corriente, atrapado como estaba en una isla del Caribe "not so far away" (no tan alejada). Víctima no novelesca del tormentoso devenir regional y mundial de la época.
Los filmes, “incautados” o prestados, no eran seleccionados al azar. Respondían usualmente a tres categorías. Filmes soviéticos (dramas históricos o artísticos): Iván el Terrible, Potemkin, Solaris, Tchaikovsky; filmes de entretenimiento: Los Paraguas de Cherburgo, Fantomas; y filmes de países capitalistas, mayormente aquellos que reflejaban el carácter abusivo y alienante de sus sociedades. Algunos filmes húngaros, polacos, checoslovacos, y otros países del campo socialista, dejaban entrever veladas críticas sociales. Pero casi todos eran bodrios que solo algunos estómagos de cinéfilos podían tolerar.
Era una selectividad que trataba ingeniosamente de engatusar y confundir al espectador. Para el propagandista, “¡Nosotros, no! Nosotros vivimos en el mejor de los mundos posibles (como el carácter de Voltaire en su novela Cándido o el optimismo). No es incierto que el capitalismo poseyera y posee aspectos abusivos, e inclusive criminales. Salvo excepciones, en el socialismo ocurre lo mismo. La diferencia era que en el primero, el individuo podía y puede elegir; en el segundo... ¡Caca, niño! Factores a tomar también en cuenta son los históricos, culturales, económicos y geográficos. Pensaba en los países nórdicos como ejemplos a seguir… pero ese ideal se ha enturbiado un poco después de ver recientemente una serie titulada Midnight Sun (Sol de Media Noche) en HULU.
Cuando me topé casualmente con esta crónica, me dije: ¡Ah no, tengo que traducir y publicar este artículo. Sentí que había que ayudar a desmentir la falsa historia del escritor británico William Golding, y el consecuente filme producido a partir del libro. Era necesario revertirle a la narrativa, sobre todo en este momento, el carácter humanista y positivo contenido en la historia verdadera.
El verdadero Señor de las Moscas: lo que realmente sucedió a los seis niños náufragos que estuvieron aislados durante 15 meses.
En 1965, un grupo de escolares naufragan y quedan abandonados en una isla. Lo que les sucedió fue muy diferente al éxito de librería de William Golding.
Por Rutger Bregman
Durante siglos, la cultura occidental ha estado impregnada con la idea de que los humanos son criaturas egoístas. Esa imagen cínica de la humanidad ha sido proclamada en películas, novelas y libros de historia e investigación científica. Pero en los últimos 20 años, algo extraordinario ha sucedido. Científicos de todo el mundo han cambiado a una visión más esperanzadora de la humanidad. Esta evolución es aún tan reciente que los investigadores en diferentes campos a menudo ni siquiera se conocen entre sí.
Cuando comencé a escribir un libro, sobre esta visión más esperanzadora, sabía que había una historia que tendría que abordar. Ocurre en una isla desierta del océano Pacífico. Un avión acaba de estrellarse, y los únicos sobrevivientes son algunos escolares británicos que no pueden creer su buena fortuna. Alrededor, nada más que playa, conchas y agua por millas. Mejor aún: no hay adultos.
El primer día, los muchachos instituyen una especie de democracia. Un niño, Ralph, es elegido para ser el líder del grupo. Atlético, carismático y guapo, su plan es simple: 1) Diversión. 2) Sobrevivir. 3) Hacer señales de humo a los barcos que pasan. El número uno es un éxito. ¿Los demás? No tanto. Los niños están mas interesados en divertirse que en cuidar del fuego. Poco después, comienzan a pintarse la cara y quitarse la ropa; y desarrollan impulsos incontenibles: pellizcar, patear, morder.
Cuando un oficial naval británico finalmente desembarca en la isla, el lugar es un páramo humeante. Tres de los niños han muerto. “Esperaba - dice el oficial - que un grupo de muchachos británicos podría haber presentado un espectáculo mejor que esto". Ante ese comentario, Ralph estalla en lágrimas. "Ralph lloró por el fin de la inocencia” - leímos - y por “el oscuro corazón del hombre"
Esta historia nunca sucedió. Un maestro de escuela inglés, William Golding, inventó esta historia en 1951. Su novela, “El Señor de las Moscas”, vendería decenas de millones de copias; sería traducida a mas de 30 idiomas y aclamada como uno de los clásicos del siglo XX. En retrospectiva, el secreto del éxito del libro es claro. Golding tenía una habilidad magistral para representar los aspectos más oscuros de la humanidad. Por supuesto, tenía de su lado el espíritu de la década de 1960, cuando una nueva generación estaba cuestionando a sus padres sobre las atrocidades de la segunda guerra mundial. ¿Acaso Auschwitz había sido una anomalía, querían saber, o hay un Nazi escondido en cada uno de nosotros?
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