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11 de junio de 2013

¿Una Gota Cualquiera Más de Agua...?

Publicado en GLADIOLOSOY.ORG el 23 de Noviembre de 2011

Por su importancia para los asuntos de la comunidad LGBT cubana, creo interesante reproducir íntegramente esta entrada publicada por el bloguero cubano Francisco Rodríguez en su bitácora Paquito el de Cuba.
Pese a que su cuestionamiento refleja un caso particular – en referencia al señor Navid Fernández Cabrera, empleado de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) de Cuba – indiscutiblemente la situación de esta persona no ha sido/es/ni será única en el país. Por el contrario, el suyo es un fenómeno homofóbico crónico y persistente en muchas instituciones gubernamentales cubanas – a través de décadas de injusticias camufladas con supuestos principios morales e ideológicos – que requerirá mucho esfuerzo determinado y múltiple para controlarlo y llegar a erradicarlo eventualmente. Desafortunadamente, no hay escapatoria profesional en una situación como la del señor Fernández Cabrera. Hasta el presente, las instituciones gubernamentales son las únicas que pueden operar autorizadamente en el país. Ellas solas son la opción viable para el desenvolvimiento profesional de cualquier individuo que esté interesado en su desarrollo personal. Sobre todo, cuando se aspira a dejar una marca significativa en la sociedad.

Aparte del impacto negativo – tanto en la arena nacional como en la internacional – que este tipo de incidente pueda traer a otras instituciones educativas similares, así como también a las políticas conciliatorias del gobierno cubano hacia la comunidad LGBT de la isla; no debe olvidarse, con preferencia, al individuo que ha sido afectado seriamente por el acoso pernicioso de los elementos homofóbicos enunciados. Sobre todo si tomamos en cuenta que ellos, además, se sienten estimulados en sus acciones intimidatorias porque actúan con la venia – y cuando menos, la desidia – de las autoridades competentes en el caso.
Aunque de poco peso, me solidarizo personalmente con el señor Navid Fernández Cabrera. Le deseo un desenlace justo y feliz a su situación. Gracias a Francisco Rodríguez, creador de Paquito el de Cuba, por su sensibilidad solidaria hacia el señor Fernández al hacer público lo sucedido. Espero que no haya repercusiones desfavorables en su contra a causa de su integridad.

A continuación, el artículo publicado en Paquito el de Cuba:

¿De Veras...?

Publicado en GLADIOLOSOY.ORG el 19 de Enero de 2012

En una entrevista interesante, pero de contenido escabroso, complejo y con ciertas contradicciones, publicada el 9 de diciembre de 2011 en el periódico francés l’Humanité – cuya afiliación comunista fue revisada hace varios años para declarársele independiente ahora – y reproducida en el sitio Cuba Diplomática de la embajada cubana en Francia, Mariela Castro hizo la siguiente declaración: "Una sociedad en transición socialista como la sociedad cubana debe estar vigilante para no reproducir los mecanismos de dominación preexistentes".
¿De veras…? ¿Es esa la esencia filosófica y metodológica detrás de la política “paso a paso” impulsada por la dirigencia cubana actual? Si es así, ¿cómo justificar entonces la reproducción paulatina de los mecanismos capitalistas preexistentes que – junto con la aborrecida nueva clase dominante que inexorablemente engendrarán – pretenden mejorar el funcionamiento del país, al menos económicamente? Y, ¿cómo justificar entonces la reproducción de la influencia, no paulatina sino más bien acelerada, de mecanismos estructurales de dominación social como la religión institucionalizada (comprobadamente retardadora y adormecedora) para solucionar los dilemas morales y espirituales de una sociedad que los “marxistas” (si, “marxistas” entre comillas) fueron incapaces de mejorar pero sí de empeorar considerablemente?
¡Caramba! La nomenclatura política cubana ha demorado cincuenta y dos años de ensayos y errores para caer en la cuenta y tratar de reinventar el Café con Leche… lo único que esta vez pretendiendo poder hacerlo aguadamente. ¿Por qué quejarse? A lo mejor no le sucede como a la rusa, a la cual le tomó setenta y dos para reimplantar un capitalismo al estilo del siglo XIX.
¿Recuerda alguien todavía aquel comercial del Queso Proceso que anunciaba con guasa Consuelito Vidal en la televisión nacional, muy al principio de las dificultades del proceso revolucionario? En aquellos tiempos, el equivalente al “paso a paso” actual – para justificar equivocaciones, demoras e ineptitud – era la frase “proceso revolucionario”. El proceso del queeeso, del Queso Proceeeso... cantaba Consuelito con ingenua complicidad política – y mirándonos burlonamente desde la pantalla – hasta que un mayimbe se percató finalmente de la coña, y el anuncio rimado desapareció súbitamente de la pantalla.

Pronto los cubanos tendrán la visita de Benedicto XVI, Papa de la Iglesia Católica. Imagino – prejuiciado de mí – que en su agenda de trabajo, o en la de sus asesores encargados de asuntos más mundanos, estará integrado de alguna manera el “problema homosexual” y los temas de la diversidad sexual en Cuba. A lo mejor no hablan directamente del asunto, porque los mensajeros eclesiásticos de alta jerarquía – como se dice en Cuba – saben más que las cucarachas…y valga el símil. Ese trapicheo entre bambalinas puede ser dejado a los bien preparados y efectivos clérigos locales.
De cualquier modo, hay que celebrar el acontecimiento. Gladiolo Soy no puede quedarse atrás. Por ende, ha decidido causar alegría divina con la traducción y publicación de un material muy gracioso – bueno, al menos para aquellos con un sentido del humor afín – encontrado en un conocido magacín.

6 de junio de 2013

El Teque del Hipocrituqui

Publicado en GLADIOLOSOY.ORG el 8 de Diciembre de 2011

Corrían los años medios de la década sexta del siglo veinte, cuando el cubano 1% ataviado en verde olivo – y cuya arrogancia afiebrada de superioridad no lo hacía más capacitado que sus predecesores en levitas negras – arreciaba su acorralamiento del otro 99%.

Eran los tiempos de Pello el Afrokán combatiendo, con “gran audacia”, al grupo musical imperial conocido como los Beatles; de la introducción de su ritmo Mozambique en la Universidad de La Habana “como un muro de contención” contra quienes “estaban invadiendo el mundo sin permiso”. Así lo afirmaba Rafael Lam – para Gramma Internacional en septiembre 25 del año 2000 – en un artículo que apareció también en el sitio AfroCubaWeb.

Esta afirmación bien fundada del señor Lam – acerca del uso beligerante del audio – puede corroborarse con un escrito sobre armas sónicas o ultrasónicas publicado en Wikipedia. Entre otras cosas, en éste se explica que “armas sónicas y ultrasónicas (AUS) son aquellas de diversos tipos que usan el sonido para dañar, incapacitar o matar a un oponente”. Creo posible, ciertamente, que un muro de contención integrado por trompetas atronadoras, bongoes desaforados, y tambores batá ultrasónicos – como el desplegado por Pello el Afrokán con su aparatosa y estridente orquesta – puede causar al ser humano lesiones irreparables. Al menos – teorizo yo – a los tímpanos imperiales desacostumbrados. Ni qué hablar del daño colateral ocasionado – a la capacidad de concentración del enemigo – por tantas caderas, pechos y traseros de bailarinas acompañantes moviéndose rítmicamente frente a ellos. Además, ¿debemos olvidar los beneficios a la situación política interna? ¿De qué otro modo, sino “entusiásticamente”, podían responder los jóvenes de la Universidad de La Habana a las cualidades y encantos musicales de las coristas del ritmo Mozambique? ¡Qué Beatles ni qué ocho cuartos!

Recuerdo – muy particularmente – el tema lírico de una de las tantas canciones y presentaciones lujuriosas del Pello. Olvidé el nombre, y casi toda la letra, pero no el estribillo que las bailarinas coreaban mientras le lanzaban miradas lascivas e insinuadoras al artista: “… dame tu chocolaaaate… da, da, dadada… dame tu chocolaaaate… da, da, dadada… y bis hasta el infinito.


MEMENTO: EN LO PROFUNDO DEL BOSQUE





A comienzos de la década de los años sesenta – exactamente en medio de la Crisis de Octubre de 1962 y el ciclón Flora de 1963 – formé parte de aquellas brigadas estudiantiles movilizadas para experimentar – cosechando café en las sierras Maestra y Cristal – los rigores de la vida rural en esos remotos y selváticos parajes montañosos. Desconocido para mí, como para otros contemporáneos rondando los trece o más años, aquello no era simplemente conectarnos con un estilo de vida natural que nos volvería hombres y mujeres – o más sensibles a las vicisitudes de los habitantes de aquellas espesuras prácticamente desoladas – era realmente una excursión a la esencia que teóricamente permearía al ciclo histórico nacional recién iniciado; cuyo contenido y dirección había sido materializado – de modo extraño en aquel ambiente rústico y simple en apariencia – por una ola de rebeldes e indignados tan audaces y complejos como inexpertos y ajenos a ese entorno.

Sin embargo, siempre que la Naturaleza es experimentada como realidad, y no como ensoñación bucólica de idealizadores, las subjetividades humanas – arrojadas sobre o buscadas por nosotros a diario – se disuelven y devienen irrelevantes en última instancia. Tal es la carga anonadante – y simultáneamente vital – provocada por Natura cuando la experimentamos abierta e imparcialmente. En cuanto a mí, adolescente virgen a todo en aquel entonces, la experiencia fue una ganancia que ha permanecido conmigo de por vida. Claro, no fue hasta más tarde que pude disfrutar y asimilar – realmente – las muchas minucias desperdigadas de sus varios niveles significativos. Es Rómulo Gallegos, analizando Canaima durante mis posteriores estudios universitarios – la selva como protagonista primordial de su novela – quien me ayuda a entender lo experimentado sensorialmente durante mis recorridos por los hermosos y recónditos parajes serranos; quien me ayuda a desechar la compulsión de querer conceptualizar todo lo percibido, y a tomar la mayor parte de esas sensaciones como lo que eran sencillamente: meras expresiones de un mundo complejo y estructurado, pero esencialmente aleatorio.

4 de junio de 2013

LA YEGUA: Una crónica amarilla de Norberto Fuentes.

Publicado en GLADIOLOSOY.ORG el 25 de Mayo de 2011

La última vez que visité Miami fue en 1994. En realidad, estuve allí dos veces ese año. La primera, para ir a ver a mi padre, quien había venido recientemente de Cuba a visitarnos. La impresión que recibí al verlo – después de su última visita dos años antes – no la olvidaré jamás. Al momento de abrazarlo, su cuerpo demacrado se perdió entre mis brazos. Casi pude tocarme los hombros con los dedos de ambas manos de tanto vacío corporal en él. Pesaba menos de noventa libras en ese momento. La segunda visita, para asistir a su funeral unas semanas más tarde. Murió de improviso de un fallo cardiáco – a los setenta y seis años – el día antes de regresar a la isla. Había ganado casi veinte libras, y sus flácidas mejillas estaban coloreadas ahora gracias al maquillaje mortuorio. Lo que lo diezmó realmente – aparte de los achaques propios de la edad y el desgaste constante de una vida a contracorriente – fue la congoja de tener que regresar a la tundra tropical cubana de aquel Período eufemísticamente tan Especial.

No sé como fui a dar a casa de Luis Vega durante mi primera estancia. Él había sido un compañero de trabajo en mis tiempos como realizador gráfico en el ICAIC. Y digo no sé como fui a dar a su casa porque nuestra relación, basada meramente en asuntos de nuestro común oficio, no había concluido en buenos términos por esos mismos motivos. Pero el tiempo había pasado, y el recelo de mi parte había menguado. Lo principal, mi admiración y reconocimiento hacia su trabajo, permanecían intactos. Luis era un detallista y un miniaturista nato, de ahí que crear sellos de correos era una de sus habilidades más importantes. Yendo de un tema de conversación a otro, Luis sacó a colación el libro de Edmundo Desnoes Los Dispositivos en la Flor. Hojeándolo, salió a relucir un cortísimo escrito titulado La Yegua, de Norberto Fuentes, desconocido para mí, y el cual captó mi disimulada atención inmediatamente. Nos separamos esa tarde con su promesa de encontrarme una copia del libro, lo cual él cumplió antes de marcharme de la ciudad.

La Yegua, de Norberto Fuentes, es uno de los escritos compilados por Desnoes en el mencionado libro. En aquellos tiempos, aunque ya había asumido mi homosexualidad, el proceso de identificación no estaba completado. Lo sombreaba todavía la incertidumbre en cuanto a la licitud de expresarla abiertamente. Eso sí, ya poseía atisbos de normas morales – conformadas a la conducta homosexual – que me percataban de la propiedad o no de algo cuando era presentado a mi juicio. La lectura de esta crónica breve del señor Fuentes – atrevidamente enmarcada en el ambiente cubano de los primeros años de la revolución – me produjo un sinsabor que no supe explicarme en ese momento. El malestar provocado no provenía solamente de los hechos ocurridos – y el desenlace trágico de la historia – sino también por la morbosidad utilizada por el narrador al contar su experiencia. Aunque – repito – no me percaté conscientemente de esto último durante esa primera lectura. Por muchos años, el espíritu trágico del personaje de La Yegua permaneció – encerrado y olvidado – en el establo de mi copia de Los Dispositivos en la Flor.