DOS BRINQUITOS (en Londres)
Y UN SALTICO (a París)
En mi opinión, el valor y disfrute de un viaje consiste en la conexión existente entre la historia y la geografía del lugar visitado. No únicamente en admirar, racional y emocionalmente, las construcciones históricas, o cualquier otro aspecto social y cultural importante; sino también en sentirme físicamente conectado al territorio donde estoy: imaginando a la gente, o a cualquier actividad o eventos de eras pasadas en ese lugar específico. Esa cristalización de la imaginación, del pasado ido en el lugar, no ocurre siempre con la misma viveza… si es que alcanzo a experimentarla. Depende siempre de la variedad e intensidad sensorial que motiva la experiencia... y también de mi estado de ánimo.
Un ejemplo: cuando viví en Dallas, muchos años atrás, supe de varios lugares en el sur de Texas donde todavía existían huellas de dinosaurios. Visité una zona, particularmente importante, en donde algunas estaban petrificadas en el cauce de un arroyo. Solamente son visibles en períodos de seca, lo cual es muy recurrente en ese estado norteamericano. Estuve observando ensimismado las huellas por un largo rato; tan nítidamente impresas, que sombras de árboles alrededor mío se convirtieron en proyecciones de gigantescos y pacíficos Apatosaurus; indiferentes a mi presencia, mordisqueando arbustos, o bebiendo con sus hocicos hundidos en la corriente de agua.
Esas huellas no han sido valuadas igualmente por todos. Ellas son un testimonio especial de la prehistoria que han sido ilegitimadas por grupos religiosos. No estaban protegidas oficialmente y, tristemente, algunas las han arrancado para venderlas. En el camino hacia el sitio, observé que alguien instaló una reproducción del arca de Noé, acompañada de un cartel con un mensaje religioso condenatorio. Quienes construyeron esta otra “evidencia histórica”, debieron haberse inspirado en el trabajo de Max Fleischer, un notable caricaturista y animador norteamericano a principios del siglo XX. Un cartoon suyo tiene el arca y el diluvio universal como tema central. Ese diseño pueril fue la fuente de inspiración, que su constructor utilizó, para argumentar contra la validez de las huellas de los dinosaurios.
Mis antepasados emigraron a Cuba en el siglo XIX, pero no fui el primero en volver a tierras europeas: lo fue mi padre, Oliverio.
Lamentablemente, la historia de su viaje a ese continente estuvo enlazado a un lastimoso incidente ocurrido a nuestra familia semanas antes. El éxodo de cubanos en 1980, por el puerto cubano del Mariel, lo afectó seriamente a causa de mi hermana Xiomara, cuya familia fue una de las víctimas de este caótico evento político-social cubano.En su juventud, mi padre había sido dependiente en una tienda de ropa masculina camagüeyana llamada El Dandy. Una tarde, parado en la puerta esperando clientes, presenció como un gentío asesinaba a un informante de la dictadura en moda por esa época, y que había sido derrocada recientemente. Este “método político”, el uso de multitudes enardecidas para arreglar cuentas con enemigos o desafectos (e intimidar a terceros), ha sido usado frecuentemente en Cuba a través de su historia. Una experiencia similar a esa, aunque no tan dramática, experimentaron mi hermana y su hijo de un año, cuando ella intentó salir del país por ese puerto. El ataque a la familia reactivó y reprodujo continuamente, en la mente de mi padre, aquel trauma de juventud.
... continúa👇
... continúa👇