G

6 de abril de 2008

Entre Dos Aguas.



Macho, como su alias indica bien claro, es muy hombre. Él no entiende de blandenguerías, ni de esas cosas "propias de maricón". Eso sí, si se le insinúan, él no cree en nadie. Los hombres tienen sus necesidades, y las satisfacen a como sea.
Cuando Macho nota a un individuo mirándolo, una mezcla de sentimientos lo asalta. Se inquieta pensando si tiene "plumas" que él no ha notado, pero sí un ojo experto en la materia. Se dice a sí mismo que lo suyo son las mujeres. Para reafirmarse, mira con lascivia al primer material femenino a la vista. Aún así, devuelve instantáneamente la mirada inquisitiva de otro hombre cuando se presenta la oportunidad. La expresión dura de su rostro se transmuta de acuerdo a lo que ve al otro lado de la conección visual establecida. Su hombría no quita que aprecie una cara masculina hermosa; pero sobre todo, un cuerpo deseable. No importa que éste sea el de otro macho. Eso sí, él nunca inicia lo que en Cuba se conoce eufemísticamente como "entendimiento". ¡Ni pensarlo! Los hombres no buscan esas cosas. Lo que sucede es que a Macho le provocan sus espermatozoides. ¡Listos como están siempre ellos a salir disparados de sus gónadas al menor estímulo!
Pero aunque Macho reniegue de sus tendencias homosexuales, hay ocasiones en que su máscara pasiva de Deidad Fálica, cuya veneración por parte de otros hombres él asegura no solicitar activamente, se desprende dolorosamente de su rostro y cae al suelo. Esto ocurre cuando se enamora, y la fuente masculina de interés no lo corresponde. Las experiencias de Macho con los miembros de su propio género están usualmente condicionadas a bloquear cualquier tipo de intimidad personal que no sean las puramente eróticas. Por eso sufre, y se confunde intensamente, cuando siente y desea en las áreas que está acostumbrado a considerar como terreno prohibido.
Una solución a sus dilemas no es fácil. Sobre todo considerando que, como en la mayoría de casos similares, está casado y carga en su espalda las obligaciones propias del matrimonio. Para poder sobrevivir, Macho manipula dos juegos diferentes de valores morales. El uso de uno u otro depende de las circunstancias de la vida diaria. Por esa razón, su existencia está llena de engaños y mentiras que le resultan usualmente dañinas, así como a quienes están involucrados con él.

La categoría homosexual a la que pertenece Macho tiene una amplia cantidad de variaciones. En Cuba, en particular, su abundancia es notoria en todos los niveles de la sociedad. No todos adoptan la actitud potencialmente destructiva descrita más arriba. Existen aquellos que se acercan al dilema de una manera más abierta y sofisticada. Todo depende de factores como la sicología, el ambiente social, la educación, y hasta los genes del individuo.
Durante muchos años me sentí atraído hacia el hombre en esta categoría por la fortaleza usual de su carácter. Pero decidí finalmente mantenerlo a raya, con mis dedos cruzados frente a mi rostro en señal de la cruz, debido a la ambigüedad no fiable de su conducta. Sin embargo, no dejo de reconocer la realidad, y además la validez, de esta forma dualista de identidad sexual. Considero que es necesario apoyar el mundo penoso de "unidad y lucha de contrarios" que conlleva esta ambivalencia.

El dualismo de Macho, y el experimentado de una manera no tan simplista por otros, es una vivencia compleja debido a la diversificación de identidad sexual que éste conlleva. Pero el aspecto multifacético del amor homosexual es casi siempre raquítico en ellos. Y se debe a que éstos se fijan en el rol heterosexual en última instancia. La energía se concentra fundamentalmente en las obligaciones que este rol demanda. Éstas son abundantes y complicadas, pero el sacrificio es mucho mejor compensado por el conglomerado heterosexual mayoritario que rige la sociedad. La parte homosexual, de quien tiene una identidad dual, queda relegada principalmente a la satisfacción homoerótica. El toque femenino, la gracia Gladiolesca que lo puede enriquecer espiritualmente, languidece hasta extinguirse completamente con el tiempo.

He hecho las pases con quien represento como el arquetipo de Macho. Cultivamos una amistad basada en el respeto y la comprensión mutuas. Individuos como él me han apoyado ocasionalmente en el transcurso de mi vida, a menudo de manera vital. 
También forma parte de mí aquello que es frecuentemente representativo de Macho: raciocinio y valor. Y por supuesto, la testosterona que me proporciona fuerza y destreza suficiente para afrontar los rigores cotidianos.
El problema de Macho como individuo, o lo que sus cualidades representan en la psiquis del hombre que ama al de su mismo género, es la tendencia a desestimar o evitar el aspecto emocional del asunto. Quizás esto se deba a la vergüenza instigada por los tabues sociales, al miedo a ser excluído de la sociedad que necesita abrazar, y al disgusto consigo mismo por sentir de ese modo; es decir, a su propia homofobia. Estos sentimientos, unidos a la actitud y el comportamiento que generan, pueden llegar a paralizar o distorsionar el desarrollo saludable de su identidad sexual. Por eso, a pesar del carácter protectivo y firme de Macho, y de lo beneficioso de su racionalidad, me identifico más con la personalidad de Gladiolo. Macho, gracias por la seguridad y el apoyo incondicional que brindas frecuentemente. Quizás sea mucho pedir, pero deja brotar más - y florecer - al Gladiolo escondido en ti.





26 de marzo de 2008

Y Pasó el Tiempo, y Pasó...




El General Medina movió la cabeza de un lado a otro reprobando. - ¡No, no, no! – Objetó firmemente – Lo conozco muy bien, y estoy seguro de que el General Sotero no podrá aglutinar ni un par de soldados. Algunos de los presentes protestaron la afirmación, mientras que otros la aprobaron vehementemente con expresiones groseras y gesticulaciones exageradas. Para un espectador en la distancia, los exaltados personajes parecían más un grupo coral moderno, interpretando una pieza discordante de música contemporánea, que un grupo de personalidades políticas y militares respetables desplazadas del acontecer nacional por las fuerzas rebeldes ahora en el poder, y cuyo desprecio de ellas era notorio a causa de la complicidad con el régimen anterior, la corrupción, o la inutilidad de sus carreras.
– En mi opinión – adujo tentativamente un ex senador conocido con el apodo de Corcho – quien va a poner remedio a esta situación desastrosa, y va a deshacernos de ese barbudo aventurero, es el General Pedraza. La algarabía en su contra fue tal que Corcho, temeroso de su integridad física, fue a refugiarse detrás de la silla donde se mantenía callado, desde un inicio, el respetado Ramón Grau San Martín, ex presidente de la República en dos ocasiones durante las tumultuosas décadas del 30 y el 40.
Con ambos codos apoyados en los brazos de su butaca, y sosteniéndose la cabeza con las manos entrelazadas debajo de la barbilla, éste escuchaba atentamente, y con expresión escéptica, las opiniones de cada uno de los acalorados miembros de aquella improvisada reunión de descontentos. Siendo su persona el foco de atención general en ese momento, el señor Grau desvió intencionalmente su rostro de mirada apagada hacia la ventana abierta en el balcón frontal del edificio que los alojaba.
Afuera la tormenta arreciaba, y la pesada lluvia, ahora empujada por fuertes ráfagas de viento hacia el interior del recinto, comenzaba a empapar sus elaborados cortinones. Cansado de tanta charlatanería, se levantó pesadamente del asiento con la intención de marcharse de aquel lugar cuanto antes. – ¡Buenas noches, señores! – Dijo con voz casi inaudible – Se hace tarde. Me esperan invitados en la casa – y comenzó a alejarse mientras se ponía el impermeable y agarraba su paraguas. Sabía bien que una sugerencia suya sería requerida, y prefería ahorrarse el comentario comprometedor.
– ¡Un momento, por favor, señor Presidente! No nos abandone sin antes aportarnos su sabia y valiosa opinión al respecto. – ¡Ex presidente, Corcho, ex presidente, no lo olvides! – aclaró cautelosamente el experto en las arenas movedizas del poder político. – Bueno, usted me entiende, señor…ex presidente. ¿Tiene usted algún General de su preferencia que sugerirnos? – insistió el ex senador. El viejo político suspiró resignado mientras bajaba las escaleras. Deteniéndose momentáneamente, y sin volverse hacia su interlocutor, le respondió desde la puerta de salida – Sí, yo sé cuál General va a resolver este problema. – ¿Cuál? ¡Díganos, por favor! – suplicó Corcho, casi gritando para imponer su voz sobre un rayo atronador. – ¡El General Desparpajo! – fue la réplica escueta que nadie escuchó, porque en ese momento una ventisca furiosa le arrancó de la boca, junto con el paraguas que empuñaba, la sugerencia mordaz. 

Al fondo de la tarima, e inadvertido por la muchedumbre frente a ella, Martí anotaba observaciones, con cuidadosa y pequeña caligrafía, inclinado sobre un simple cuaderno apoyado en el asiento de una silla situada a su lado. Su masculinidad delicada y el vestuario fuera de época, junto al aire ausente de su rostro y sus ojos inquisitivos, resaltaban aún más en medio de la corte uniforme e inexpresiva que lo rodeaba para ocultar discretamente su presencia. Ocasionalmente, dejaba de escribir para enfocar su atención en el discurso conmemorativo que el Líder ofrecía, de pie en la tribuna y dándole la espalda unos metros frente a él, a la población reunida en la plaza camagüeyana temprano para aprovechar las horas frescas de la mañana. El esfuerzo que le prestaba al orador, para seguir las ideas esenciales de su retórica, lo estaba agotando. Y no sólo porque el mensaje y la fraseología de éste eran nuevos para él, sino también porque su estilo carecía de calor y vitalidad motivadora. En momentos así, cuando se ensimismaba en pensamientos distantes en espacio y tiempo, era relajante para él abandonar lo que estuviera haciendo para acariciarse distraídamente la pantorrilla de la pierna izquierda.
¡Qué extrañas circunstancias las suyas en este momento! Meditativo, observó como en el extremo más alto de un asta cercana, la brisa ondeaba una enorme bandera con la misma cadencia conque la bandada de cien palomas, echadas a volar al comienzo del evento, revoloteaba de manera ondulante por encima de la multitud.
Evocó las experiencias vividas, y recapituló las cuidadosas explicaciones ofrecidas en las últimas semanas. No había sido fácil comprender en un principio, a pesar de la amplitud de su mente y la disposición abierta de su personalidad, la inmensidad y las implicaciones de lo ofrecido a su intelecto por aquellos hombres uniformados venidos del futuro. ¡Venidos del futuro! ¡Qué concepto tan irreal para una época como la suya, ensimismada en la lucha contra un pasado opresor, y la creación de un presente libre donde la identidad de la nación quedase definitivamente separada del dominio de la metrópoli colonial!

Martí, junto al resto de los insurrectos que lo acompañaban, se sentía seguro y relativamente cómodo en aquella casa abandonada propiedad del hacendado español Agustín Maysana. La construcción campesina, de cedro y con un corredor de zinc, estaba ubicada en el sitio conocido como La Jatía, en los terrenos vastos y llanos de Dos Ríos donde confluían el Contramaestre y el Cauto. Durante el día, había escrito varias misivas e impartido numerosas órdenes. Esperaba las fuerzas exploratorias de Masó para coordinar con él la marcha del contingente al campamento La Vuelta Grande temprano en la mañana. En un pequeño escritorio, al lado de una ventana mirando hacia el poniente del sol, aprovechaba la luz decreciente del ocaso para terminar una última carta dirigida a su caro amigo Manuel Mercado.
La conmoción proveniente de la garita ubicada al frente interrumpió el flujo de sus ideas y detuvo su escritura. Temiendo un ataque sorpresivo de agentes enemigos, empuñó una tercerola colgada a su derecha en la pared, y ágilmente se dirigió a confrontar la situación. Pero su ayuda no fue necesaria. Una voz conocida anunció desde el exterior – ¡No se preocupe, mi General, la situación está controlada! Hemos detenido a dos intrusos, de atavío y comportamiento sospechoso, que escondidos detrás de unas malezas trataban de ocultar un artefacto raro como carruaje que emitía ruidos extraños. Ellos juran no ser espías españoles, y solicitan verlo urgentemente para explicarle quienes son y el motivo de la visita – y calló en espera de una respuesta.
Sentado ahora sobre el pequeño escritorio, Martí ponderó la situación, pero la curiosidad pudo más que la precaución. Además, sabía que estaba bien resguardado por una aguerrida escolta. – ¡Háganlos pasar inmediatamente! – ordenó, mientras ladeaba su cabeza hacia la derecha y, con expresión ceñuda poco común en él, formaba impacientemente en el regazo una cúpula con las cimbras pulsantes de los dedos de sus manos.
En la penumbra creada en el descuidado jardín, por la luz interior proyectada a través de la puerta principal, dos figuras circunspectas con sendas escoltas brotaron de la oscuridad del tiempo. Una de ellas portaba, como única valija, un reducido y delgado maletín metálico. A pesar de individuos inusuales, y tomando en cuenta el modo y el lugar en que aparecieron, Martí pudo mantenerse con la mente calma y abierta a una explicación. Sobre todo, en beneficio de los oficiales y soldados presentes, los cuales comenzaban ya a mostrar señales de desconcierto.
Maestro – comenzó a decir uno de los desconocidos, pero un oficial de la fuerza insurrecta lo interrumpió – ¡Maestro, no, General Mayor! – rectificó. – Disculpe usted, General Mayor, es la fuerza de la costumbre. De donde venimos, ésa es la forma más común de identificarlo. Martí sacudió negativamente la cabeza, al mismo tiempo que hizo un gesto con la mano como descartando el asunto. – Lo que me interesa saber es – dijo sucintamente – cómo llegaron y por qué están aquí. Por unos segundos, un pesado silencio reinó en el ambiente. – Necesitamos hablar con usted a solas, General Mayor, para explicarle detalladamente – solicitó tímidamente, y mirando hacia los lados, el jefe del dúo. Quien, al intentar acercarse a la figura en el umbral de la puerta ahora, alcanzó a decir en voz baja antes de ser detenido – Somos portadores de un mensaje del futuro.
¡Basta de sandeces! – interrumpió amenazante e irritado Masó, que recién llegaba al lugar después de completar una misión por las sabanas aledañas; y cuya caballería, como él mismo, se encontraban exhaustos y frustrados por la larga jornada improductiva. – Por favor, General, déjeme lidiar con esta situación personalmente – intercedió diplomáticamente Martí – Sé que usted y su tropa están muy cansados, pero lo necesito conmigo unos minutos. ¿Podría ordenar que una escolta permanezca afuera del puesto de mando alerta mientras ambos interrogamos a los sospechosos?
Aunque molesto, Masó accedió y junto a Martí, quien ya había invitado a los dos extraños a que pasaran y tomaran asiento, se sentó con los brazos cruzados a la expectativa, mirando con sospecha el delgado maletín metálico colocado por su portador sobre el escritorio. – ¿Y eso qué es? – preguntó desconfiado, señalando con la barbilla la pequeña valija, temiendo fuese un artefacto explosivo. – Eso es un procesador de datos para hacerles una presentación – respondió sencillamente el aludido. ¿Un procesador de datos para hacernos una presentación? – Respondió Masó con el rostro en blanco. – ¿Qué significa para nosotros esa explicación técnica? – Argumentó Martí algo molesto. – Claro, es imposible que entiendan – y sin más preámbulos se inclinó sobre el delgado maletín y lo abrió. Una vez pulsado un dispositivo, éste comenzó a emitir sonidos tenues, mientras desde el interior de su tapa radiaba luz como una ventana abierta al alba.
Sorprendidos, Masó y Martí reaccionaron echando sus cuerpos hacia atrás en los taburetes donde se habían sentado. Martí puso su mano izquierda a horcajadas en un muslo, formando un asa con su brazo y antebrazo, y se inclinó nuevamente hacia adelante inquisitivo. Con el índice y el pulgar de la otra mano, se acarició repetidamente el labio superior de abundante bigote, observando concentrado y con expresión perpleja aquella ventanilla lumínica. Los visitantes se miraron entre sí satisfechos. Como magos disfrutando por la impresión causada en los espectadores del circo con su caja de trucos. Este intercambio de miradas cómplices, denotando superioridad, no pasó inadvertida para Masó y Martí, quienes componiéndose demandaron de los extranjeros una explicación inmediata. Percatados finalmente de lo precario de la situación en que se encontraban, el visitante más listo comenzó a explicar sin más preámbulos quienes eran, de donde procedían, y el motivo de la delicada misión asignada por sus superiores.

La sesión plenaria del Buró Político continuaba sin alcanzar una resolución a pesar de largas horas de discusiones y consultas entre sus miembros. Había sido convocada con urgencia por el liderato, en vista de los eventos acaecidos en el aeropuerto internacional de la ciudad la tarde anterior. Un avión sin matrícula reconocible había aterrizado en él sin autorización. Inmediatamente había sido rodeado por fuerzas efectivas del ejército y la seguridad del estado. Quienquiera fuese la persona o personas responsables, no intentaban comunicarse con nadie a pesar de los repetidos esfuerzos por parte de negociadores calificados.
La espera larga y tediosa fue interrumpida súbitamente por el ruido de disparos y pequeñas explosiones provenientes de diversos sectores del interior de la nave. Una explosión mayor destrozó completamente el área de la cabina de pilotaje, de la cual salieron expelidos, junto a fragmentos de metal y equipos electrónicos, los cuerpos mutilados de varios miembros de la tripulación. El tiroteo se detuvo, y el fuselaje comenzaba a incendiarse, cuando una pasajera aterrorizada hizo uso de la salida de escape sobre una de las alas para saltar al vacío, golpeándose severamente contra el pavimento tras la caída.
El caos creado por los propios sitiados propicio un asalto relámpago que tuvo excelente resultado. ¡Cuán no sería la sorpresa de las autoridades envueltas en la operación cuando, tras un inicial y rápido interrogatorio, se hizo patente que la única sobreviviente del incidente violento era de origen ruso! Y no una rusa cualquiera. Sino una que, como pudo determinarse más tarde, formó parte del grupo en el parlamento que había apoyado al Vicepresidente Rutskoi en su intento por arrebatarle el poder a Boris Yeltsin en el octubre aciago de 1994.
Una vez extinguidas las llamas, investigadores asaltaron el cuerpo del avión con saña de buitres en busca de evidencias aclaratorias. Una sección importante de la cola permaneció intacta, al parecer no afectada por la ferocidad del fuego y los chorros de agua de los bomberos. Fue allí donde encontraron documentos importantes y, junto a una carga fallida de explosivos, un embalaje conteniendo la máquina del tiempo soviética mítica. Mítica porque, según rumores que se confirmaban ahora, científicos rusos la habían inventado años antes con el pretexto de traer a Lenin de visita al futuro de su esfuerzo revolucionario.
En realidad, la intención había sido menos idealista. Ante todo, la élite de poder buscaría del venerado líder respuestas y soluciones a la creciente crisis del experimento comunista en Rusia. Según esos mismos rumores, el intento tuvo resultados contraproducentes. La visita de Lenin, y su posterior desaparición del Kremlin en condiciones misteriosas, en vez de ayudar a sus patrocinadores aceleró los eventos que condujeron al caos político, y ulterior desintegración del poder político soviético en enero de 1992.
Durante los interrogatorios subsecuentes, y con los brazos cruzados sobre el pecho en pose de arrogancia, la detenida mantuvo un silencio obstinado. Pero más tarde, una vez confrontada con la documentación salvada del avión destruido, y sobre todo al ser amenazada con deportación incondicional, su actitud cambió radicalmente y se volvió más cooperativa. Finalmente, ésta concedió a identificarse – Soy la exdiputada de la Federación Rusa Nina Solodyakova. Nuestro grupo, de diversas nacionalidades étnicas, intentaba obtener refugio político temporal – explicó – No, esa no era nuestra intención. Buscábamos en Cuba un ambiente solidario a nuestro empeño de revertir los acontecimientos infaustos en la Madre Patria – dijo, sin poder controlar el llanto – pero poco después de aterrizar una facción ultra chovinista rusa intentó apoderarse unilateralmente de la máquina del tiempo, de vital importancia para el éxito de la misión revisionista, lo cual desembocó en el baño de sangre – concluyó ahogada en sollozos.
La amplia información acerca de los eventos entrelazados con la susodicha máquina, proporcionada por la señora Solodyakova a los interrogadores, dejó estupefactos a los miembros del Buró Político. En crisis como sus derrocados camaradas soviéticos, éstos se encontraban ahora en una situación similar. ¿Debían hacer uso de ella o no, para resolver los problemas acuciantes de la nación?

¿Leche? ¿Casi quince minutos de sofismas lecheros? – dijo para sí en voz baja, mientras se acariciaba la pantorrilla. El orador y su discurso ya le hedían como los cántaros abandonados en la vaquería de Don Maysana. Estaba sentado en la tribuna todavía, pero se había ido mudando discretamente de un asiento a otro hasta alcanzar la última fila. Junto a sus cómplices, el asistente asignado Amador y el chofer Robledo, tenían que desaparecer de aquel lugar antes de finalizar la ceremonia. Éstos lo ayudarían a escapar con una condición, partirían también con él. No importaba que la huída fuese hacia el pasado colonial, ampliando así la dimensión de la diáspora cubana no solo en lo espacial, sino también en lo temporal. Abandonar la inercia y el anquilosamiento del presente era primordial para estos jóvenes obstinados.
Durante las semanas que habían compartido juntos, creció entre ellos un gran afecto y cariño, aún cuando éstos últimos fueran coaccionados por sus superiores a mantenerse callados y distantes. – ¡Protejan la integridad física del Apóstol, esa es tarea número uno! Sean solícitos a cualquiera de sus necesidades, sin limitación alguna. Pero sin que él lo advierta, manténgalo alejado de situaciones, o individuos, que puedan distorsionar su visión de la realidad revolucionaria actual. Ustedes incluidos. ¿Entendido? – terminó de decir el oficial de alto rango, con expresión dura.
Indiferencia era una misión imposible de cumplir con una personalidad como la de Martí, franca y abierta a la comunicación libre de ideas y sentimientos; sin barreras de rango oficial, social, económico, o de cualquier otro tipo. Además, éste se había percatado inmediatamente que, tras la frialdad aparente de sus acompañantes, debía existir una coacción proveniente desde arriba. Esto picó su curiosidad doblemente. Por un lado, deseaba explorar de cerca, a través de Amador y Robledo, la evolución de la identidad cubana a nivel personal; y por el otro, necesitaba descubrir la raíz de ese empeño por aislarlo del entorno.
No le fue difícil deshacer la solemnidad entre ellos. Después de todo, como en su época, nada era más fácil de incumplir por parte de un cubano que el ser solemne. Para ganarse sus confianzas, los hizo partícipes en el análisis de documentos, libros y filmes de los archivos nacionales que exploraron, y donde descubrieron secretos comprometedores. Juntos efectuaron entrevistas cándidas no sólo de personajes importantes de la vida nacional, sino también de miembros comunes de la población. El esclarecimiento y el aprendizaje fueron mutuos. Como fue mutuo también el crecimiento de la fraternidad y la estima personal. Por eso no fue difícil el surgimiento entre ellos de una idea afín, la necesidad de hacer algo para cambiar lo que estaba sucediendo en el país.
Martí recordó como terminó la histórica visita de Lenin. Su anfitrión había sido cuidadoso en ocultarle la verdad. Pero Amador le dijo como ésta había sido revelada en unos escritos recuperados de los restos del avión ruso destruido. Frustrado por el fracaso de su trabajo de años, Lenin – le explicó Amador – se ocultó en las catacumbas del Kremlin. Sabía que la seguridad soviética buscaría ayuda de su fiel colaborador Félix Dzerzhinsky para encontrarlo. Viajarían al pasado para traerlo, y con alguna mentira lo manipularían para descubrir su escondite. Quizás éste no viniera solo, sino con algunos de sus subordinados. Con esa fuerza más, y su conocimiento de los pasadizos y trampas secretas del gran edificio, Lenin esperaba localizar y recuperar la máquina del tiempo. Su plan era simple, escapar con ella y sus amigos a Finlandia. Allí comenzarían de nuevo la Revolución, con una visión nueva carente del totalitarismo asfixiante que la atrofiara. Pero su complot fue abortado por los agentes secretos del Cuartel General de Lubyanka. Los hechos y circunstancias conducentes a su desaparición nunca fueron conocidos ni registrados y, aunque conmocionaron el statu quo vigente, solo produjeron cambios en la superficie.
Iba a evitar, a toda costa, que el objetivo de su lucha corriera la misma suerte. No deseaba cambios exteriores que solo aliviaran el terrible daño causado al país. El curso de los acontecimientos, tras su inesperada muerte en Dos Ríos más de un siglo atrás, tenía que ser cambiado radicalmente. Debía volver a la Jatía cuanto antes y, en vez de partir hacia el campamento La Vuelta Grande a la mañana siguiente, seguiría el consejo de Gómez y los otros generales y se marcharía a los Estados Unidos en cuanto antes. Allí su presencia sería más útil en la organización y financiamiento de la causa, así como en la perfección de los fundamentos primordiales de la nación una vez alcanzada la independencia. ¡Y por supuesto, tendría que conversar con Carlos Baliño y sus seguidores! Hablaría ampliamente con ellos de lo que había visto y aprendido en cuanto a la distorsionada evolución de sus ideales, y la atrofiada organización política que engendraron. Sabía que su prestigioso liderazgo y convincente oratoria no eran suficientes para esclarecer dudas y formular directivas preventivas. Apoyaría sus disertaciones con documentos incautados durante sus investigaciones, y haría uso de medios audiovisuales, operados por Robledo y Amador, para ilustrar las consecuencias funestas del caudillismo personal, o de grupos abanderados bajo una sola idea partidista. Ya lo había hecho antes, aunque de modo limitado, cuando le escribió a Máximo Gómex aquella famosa carta con fecha 20 de Octubre de 1884

Amador manipuló nerviosamente los controles del vehículo, y Robledo terminaba de asegurar la carga en la parte trasera de éste. – ¡Apúrate, ahí viene Pépe! – le gritó a Robledo mientras operaba la ignición de la camioneta. Martí aprovechó una visita al baño, como había acordado con los muchachos, para escurrirse de los guardias que protegían la tribuna. Al abrir la puerta, y sentarse al lado de Amador, escuchó aplausos y voces retumbando en la distancia que anunciaban el final cercano del evento. – Agáchese un rato, señor, hasta que salgamos de la ciudad – dijo éste, e inquisitivo, acosó a Robledo con preguntas – ¿Estás seguro que ese camino vecinal atraviesa la Carretera Central en Güaimaro? ¿Cuántos kilómetros agrega el desvío, según tú, a los doscientos y pico hasta Dos Ríos? ¿Estará transitable el camino? ¡Ha llovido mucho últimamente! Sólo por preguntar, pero, ¿amarraste bien la máquina del...? Inclinándose hacia adelante en el asiento, Robledo agarró a Amador por el cuello con una mano, mientras con la otra le tapaba la boca – Coño, chico, ¿por qué no te callas? ¡Maneja y no jodas más! – Los tres se miraron perplejos por unos segundos, para carcajearse después del impromptu oportuno de Robledo, memorando la conferencia internacional y la famosa confrontación entre el presidente parlanchín y vitriólico, y el rey enojado y arrogante que lo interrumpió abruptamente.

El Líder los miró incrédulo. ¿Cómo que no los encuentran? ¿Ni la máquina del tiempo tampoco? Súbitamente comenzó a palidecer, y sus ojos se perdieron en el vacío mientras sopesaba los hechos. Una realización comenzó a tomar cuerpo en su mente a medida que vinculaba el reporte del subalterno a lo acaecido con Lenin en Rusia varios años atrás. Sin perder más tiempo, ordenó: ¡Envíen inmediatamente una unidad motorizada hacia Dos Ríos desde la base militar más cercana para rastrear los alrededores! ¡Pongan en estado de alerta a todos los puestos de inspección en la Carretera Central, desde Camagüey hasta Palma Soriano, y detengan a cualquier vehículo con tres individuos y una carga sospechosa! Quizás lograra impedir este intento de regresar al pasado para disolver el presente, y que temeroso entreveía como el objetivo principal detrás de aquel escape subrepticio de Martí.

Sentado en una de las esquinas de la encrucijada, un niño en uniforme escolar dibujaba letras en la tierra con un garabato. Curioso ladeó la cabecita y, formando una visera en su frente con la mano izquierda para protegerse la vista de los rayos del sol, observó el rostro familiar y sonriente que lo miraba desde la ventanilla del vehículo. – Dime niño, ¿cómo te llamas? – Ismael, señor – respondió éste. – ¿Sabes, Ismaelillo, cuál de estos caminos lleva hasta el monumento de Dos Ríos? – Si señor, ése que se ve más transitado. Pero yo no lo tomaría, más adelante hay soldados cerrando el paso. Los ocupantes de la camioneta se miraron entre ellos preocupados. – Pero hay un atajo pasado ese puente, conocido solamente por los locales, que sigue una cañada seca. Es quebrado, pero pueden manejar por él sin muchos problemas. Lleva hasta un bajío, en las inmediaciones del monumento, que está oculto por una arboleda espesa.
Sin saber por qué, el niño sintió alegría al ver renacer sonrisas en los rostros de los desconocidos. De pronto los ojos se le iluminaron. Golpeándose ligeramente la sien derecha con la yema de los dedos, cabeceó afirmativamente en reconocimiento. Sacó deprisa de su mochila un libro muy gastado. Hojeándolo rápidamente hasta encontrar lo que buscaba, se acercó al hombre sentado al lado del chofer. Al instante identificó los rasgos del personaje en la ilustración del libro. Era la misma persona que, a unas pocas pulgadas de él, lo estaba observando con expresión curiosa ahora. Súbitamente comenzó a recitarle quedamente el texto al lado de la imagen, mientras lo miraba fijamente con expresión interrogadora: 

Se fue la niña a jugar,
La espuma blanca bajó,
Y pasó el tiempo, y pasó
Un águila por el mar.

Sintiéndose aludido – y sorprendido gratamente – el viajero incógnito declamó a dúo con el niño:

Y cuando el Sol se ponía
Detrás de un monte dorado,
Un sombrerito callado
Por las arenas venía.

Nubes densas de polvo en el horizonte, y el amortiguado ruido de transportes militares en la distancia, concluyeron la mágica conexión. ¡Abur, señor José! – gritó el niño – y corriendo hacia el pequeño puente, agitó las manitas desde su baranda. Mientras la camioneta se alejaba dando tumbos hacia el fondo de la cañada, tres brazos agitados como alas – desde las ventanillas – devolvieron la amistosa despedida.

En el austero salón de convenciones de la Asamblea Nacional, una quietud tensa siguió las últimas palabras del orador. Para empezar, la inmensa mayoría de los miembros de ese cuerpo de gobierno nominal nunca fue informada de lo sucedido con el avión ruso, ni con su preciosa carga. Mucho menos les fue informado de la visita clandestina de Martí, ni de su ulterior frustración que lo condujo a escaparse de regreso al pasado con intenciones revisionistas. En vez de alarmarlos con noticias incapaces de procesar, hubiera sido mejor dejarlos en la oscuridad, como habían estado siempre, para evitar el pánico que ya comenzaba a manifestarse abiertamente entre ellos. 
Una voz fuerte predominó sobre el murmullo general – ¡Silencio, compañeros, el Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros toma la palabra para dar cuenta de la situación!
Disimulando frente a los congregados, el rostro del envejecido Líder reflejaba apropiadamente confianza y serenidad. Una ligera brisa salitrada, proveniente de no se sabe dónde, comenzó a ondular suavemente el cortinaje del estrado. Al momento de comenzar a hablar, una ventisca arenosa súbita lo forzó a cerrar la boca y cubrirse los ojos con una mano, mientras con la otra se aferraba al podio para mantener el balance. Ante lo inexplicable de la borrasca, y en un intento desesperado por escapar, los aterrorizados asambleístas comenzaron a abandonar atropelladamente sus asientos en búsqueda de las puertas de salida. Con sus cuerpos desintegrándose en el viento, sólo lograron aumentar la densidad de la tormenta arenosa en que se convertían.
Desde la posición privilegiada de su elevado podio, el petrificado Líder distinguió en la lejanía una goleta flotando sobre un mar embravecido y espumoso. A ella se acercaba rápidamente un bote tripulado por tres figuras reconocibles a pesar de la bruma. Agitando ambos brazos sobre su cabeza, para llamar la atención de éstas, el Líder gritó sin cesar hasta que – disgregándose como los otros – una ráfaga arremolinada de viento lo esparció a los cuatro elementos. 


6 de noviembre de 2007

Resignación




RESIGNACIÓN
J.D. McClatchy*

"Me gustan los árboles porque parecen más resignados
que otras cosas a la manera de vivir que tienen" - Villa Cather


Aquí el roble y los abedules de torsos plateados
De pie en su familiaridad placentera
Mientras bajo tierra, como en un espejo negro,
Han ocultado sus agravios enmarañados
En idéntica ramificación a lo calmado de arriba
Pero atrapados allí, los unos con los otros
Aferrados a lo que da vida que es bastante brutal.
Sin embargo, en el aire, ninguno trata de mantener compañía
O cambiar su fortuna. Ellos parecen apoyarse
En la luz, despreocupados de lo que el mundo
Haga de sus decencias, y no mostrarán
Un regateo en sus días por quedar.
De nunca haber sido amados como quisieron
O merecían, de la infatuación súbita de nadie
Registrada en sus costados, de todo lo que son forzados
A proteger y esconder, ellos se han resignado.



Poema de J. D. McClatchy, traducido por Oliverio Funes Leal.


*J. D.McClatchy (nacido en 1945) es uno de los poeta-críticos norteamericanos en la vanguardia. Sus cinco colecciones de poesía, incluyendo Hazmat que fue colocado en la lista corta de los Premio Pulitzer, son aclamadas ampliamente por la ingeniosidad formal, junto con la fluidez de sus pensamientos y sentimientos. Él ha revisado The Vintage Book of Contemporary World Poetry, y una edición de poesía americana contemporánea del mismo publicador. Sus escritos extensos acerca de poetas como Anne Sexton, James Merrill y Elizabeth Bishop ha sido coleccionados en White Paper y Twenty Questions, lo cual lo convirtió en la opción natural para revisar una serie importante de libros audibles para Random House, The Voice of the Poet, que ofrece grabaciones archivadas de poetas norteamericanos famosos. Él también es un libretista logrado de ópera cuyo trabajo se ha puesto en la escena de salas de ópera alrededor del mundo, incluyendo Metropolitan Opera, La Scala y Covent Garden. McClatchy ha servido como Chancellor of the Academy of American Poets, y actualmente es Profesor de Inglés en Yale donde edita The Yale Review. La habilidad formal de McClatchy, lo que se ha descrito como su “lengua civil” (San Francisco Chronicle) imparte una cualidad sin pliegues a su trabajo. La sintaxis fluida de largas piezas narrativas como Er o A View of the Sea es compleja pero controlada, mientras que las limitaciones más firmes de sus sonetos, como en la secuencia My Mammogram, no hacen nada para dispersarle su impresión de soltura. Bajo este aplomo clásico, sin embargo, existen profundidades perturbadoras cuando McClatchy examina el daño que las personas se infligen entre sí en nombre del amor. A menudo en estos poemas parece que el amor y el dolor son inseparables, que las relaciones humanas no son mejor que el acoplamiento de los gatos salvajes en The Rented House. El riesgo inherente de ser una persona existiendo y sintiendo encuentra perturbadora expresión en la imagen de la planta en The Agave, donde las espinas terribles a veces crecen tan distorsionadas que agujerean sus propias hojas. No es de extrañar que en Er las almas de los muertos piden regresar como pájaros y animales, pero aunque el narrador de este poema renace como un sinsonte, el propio McClatchy permanece fiel en sus poemas a “Esos humanos que gritan y acuchillan y huelen a carne”. (Extraído de un artículo publicado en el sitio de la red The Poetry Archive).

En una entrevista hecha por Matt Link, y publicada el 3 de julio de 2001 en la revista gay The Advocate, éste le preguntó a McClatchy: “¿Cuál es su acercamiento personal cuando escribe poemas acerca de la experiencia gay? Yo no escribo “ poemas gay”, o no me lo propongo. Escribo poemas que mezclan autobiografía y ficción en un esfuerzo por conseguir alguna clase de verdad emocional. Las experiencias que escribo a veces podrían definirse como “gay”, me parece, pero es por una cuestión de temperamento en lugar de por una cuestión de “lo que pasó en el escondrijo del granero”.



26 de junio de 2007

Una Tacita de Café Cubano con Fantomas*.


"El apetito por la cultura, el prestigio social del artista,
 del intelectual, del escritor ha crecido enormemente.
 Hubo un tiempo cuando los padres pensaban 
que las artes podían convertir sus hijos en 
homosexuales, o sus hijas en mujerzuelas, 
pero ahora todo el mundo quiere 
tener un artista en la familia".

Abel Prieto, Ministro de Cultura de Cuba, en un artículo titulado
"La Última Batalla de Castro" en la revista The New Yorker,
en su edición de julio 31 de 2006.

Fantomas miró hacia afuera a través de la ventanilla del helicóptero por última vez. La silueta de los edificios de la Escuela de Artes Plásticas podía verse en el horizonte. Concebidas por su arquitecto como la quintaesencia del cuerpo femenino, las aulas de Pintura y Escultura formaban un conjunto estilizado de tetas descomunales con diferentes tamaños. Éstas estaban comunicadas entre sí mediante una ramificación de corredores, que imitando la sinuosidad de las trompas de Falopio tenían como punto de confluencia un gran patio central. En el medio de este espacio abierto, una enorme vulva de terracota actuaba como una fuente. Agua nunca brotaba de ella, al parecer para evitar la vulgarización del concepto artístico al convertirla, inadvertidamente, en un bollo meón de proporciones colosales.
Fantomas sonrió con picardía ante la eroticidad de la vista ofrecida desde la perspectiva aérea en que se encontraba. Para él, sólo un pervertido sexual podía concebir algo así. La imagen debió haber despertado en él algún recuerdo erótico, porque comenzó a masajearse instintivamente la entrepierna. Estimulado de ese modo, un abultamiento comenzó a crecerle rápidamente allí. Hizo un esfuerzo mental inútil para quitarse la calentura. Tuvo finalmente éxito cuando apartó la mirada de las construcciones pornográficas cada vez más cercanas a la máquina volante.
La misión asignada a ellos era sencilla. No requería de complejidad táctica alguna en su ejecución. El Comando Central de Operaciones había recibido noticias alarmantes en cuanto al debilitamiento ideológico de los rangos directivos de la Escuela Nacional de Arte (clic para leer sobre lo sucedido posteriormente a estas escuelas). Desconocido para éstos, los acontecimientos en los estratos superiores del gobierno estaban favoreciendo a la facción más radical en la dirección política del país. Unos meses atrás se había creado una comisión para investigar cuán ciertos eran los rumores con respecto a la dirigencia de la renombrada institución artística. El cúmulo de evidencias fue tan abrumador que se hizo imperioso un golpe ejemplar contra los diversionistas ideológicos. La gota final que desbordó la copa de la paciencia de los puristas ideológicos fue una actividad cultural organizada por un grupo de estudiantes en la cafetería central a la hora del desayuno. Ésta fue calificada como una amenaza típica del diversionismo estético burgués. Cubriéndose con el manto de estar promoviendo un evento político de la Juventud Comunista, los confundidos estudiantes habían aprovechado la laxitud de las autoridades responsables para montar un espectáculo altamente decadente. Copiando el tema y los personajes del film francés ¿Quién eres tú, Polly Magoo?, que satirizaba al mundo de las modas capitalistas, los jóvenes sorprendieron gratamente a su audiencia utilizando las mesas de la cafetería como pasarelas donde desfilaron con atuendos absurdos hechos por ellos mismos. Una joven de aspecto andrógino, vistiendo un atuendo minimalista hecho de láminas de aluminio, parodió el manierismo de Polly Magoo, causando risotadas entre los presentes por las muecas y acrobacias que ejecutó sobre las mesas. Toda esta libertad expresiva fue demasiado para el discernimiento de una élite política radicalizada hasta el ridículo. Diezmada, debido a las constantes purgas políticas, de miembros con integridad personal y complejidad intelectual suficiente para apreciar el lado ligero de las cosas.

28 de mayo de 2007

Flor de Gladiolo: Significado, Simbolismo y Sonido.



Los mortificadores de Gladiolo nunca pensaron darle valía, en lo absoluto, cuando intentaban atormentarla con ese apodo. Sin embargo, buscando el significado y el simbolismo de la palabra, descubrí que fue exactamente eso lo que lograron con ello. 

El nombre gladiolo se deriva de la palabra latina gladius, que significa espada, por la forma acuchillada de las hojas de esta flor. Ésa es la razón por la cual representaba a los gladiadores romanos. Otro nombre antiguo para el gladiolo fue xiphium, de la palabra griega xiphos, también significando espada. El gladiolo africano se importó mucho a Europa, desde África del Sur, durante el siglo XVIII. 
Antes de que el gladiolo africano se hiciera popular allí, las flores de los gladiolos mediterráneos y británicos fueron usadas para tratar dolencias físicas. Los ingleses usaban la base del tallo de la flor del gladiolo (la raíz tuberosa) como una cataplasma para sacar espinas y astillas. La raíz tuberosa pulverizada, y mezclada con leche de cabra, era también usada normalmente para aliviar los síntomas de cólico. 
La flor de los nacidos en el mes de agosto, el gladiolo, significa fuerza de carácter. Enviar un ramillete de estas flores, a alguien cuya personalidad usted admira, es un regalo magnífico. Gladiolo también significa los recuerdos, y podría expresar enamoramiento al decirle al receptor que él, o ella, agujerean su corazón como una espada. 
Buscando música temática para esta bitácora, encontré una pieza musical con el título de Gladiolus Rag, del compositor afroamericano Scott Joplin (1867-68 a 1917). La encuadernación de la partitura para piano de Gladiolus Rag podría volverse icónica por su imagen gay (juguetona, según la acepción inglesa). Haga clic en el siguiente enlace (formato PDF) para navegar a un archivo con las hojas de música de Gladiolus Rag, el cual puede imprimir si lo desea. Desearía que alguien hiciera un arreglo cubanizado de esta partitura, para convertirla en un tema musical que reflejare el aspecto humoroso y jacarandoso del homosexual cubano.

A continuación, Gladiolus Rag de Scott Joplin

4 de mayo de 2007

Pelo'e Yegua.


En el brazo izquierdo apoyado sobre la cerca del potrero, el joven campesino descansaba con abandono su cabeza desgreñada. Cerca de él, al otro lado de la empalizada, la yegua de la familia lo miraba dulcemente a través del cerquillo largo de su crin rizada. 

El enamorado acarició suavemente, con su mano derecha fuerte y callosa, el cuello y la cabeza de la bestia amansada. Con el dedo índice, apartó hacía un lado la pelambre cubriendo casi completamente los ojos del animal. Mirándola directamente con expresión lujuriosa, se dirigió a ella en un tono bajo propio de cómplices: ¡te voy a dar pinga esta noche como a ti te gusta, Rosalinda! Un breve resoplido apasionado fue su respuesta. 

Súbitamente, el joven campesino fue empujado hacia un lado con violencia. El batacazo de otra bestia contra la empalizada lo tomó por sorpresa, concentrado como estaba en su fantasía erótica nocturna. Había olvidado completamente que tenía un rival en el potrero: el alazán nuevo de su hermano Pedro. 

Desde el suelo, adonde había ido a parar de golpe, contempló rabioso e impotente como su contrincante montaba y penetraba fácilmente su potranca favorita; cuya placentera y débil resistencia se le hizo marcadamente evidente. Incorporándose de un salto, recogiendo de un manotazo su raído sombrero, el joven campesino giró sobre sus talones. Mientras se alejaba airado y gesticulando violentamente, exclamó con agravio: ¡Yegua puta! 

(Una fantasía bucólica y real muy campesina)

El joven obstinado mantenía gacha su cabeza de cabello largo y crespo. El policía apartó con las tijeras los rizos que cubrían el rostro de éste. Con sonrisa maliciosa, y tono despreciativo, gesticuló hacia el piso y le espetó: ¡Mira como hay pelo’e yegua ahí!
Esa noche de sábado había comenzado como cualquier otro día del verano cubano: cálida y húmeda. La cola en el cine La Rampa daba la vuelta en la esquina de la calle 23, y llegaba más allá de media cuadra en la calle P. Pero la espera valía la pena, porque esa noche comenzaba el evento cinematográfico anual conocido como Marilyn Monroe In Memoriam.
¿Qué importancia podría tener, para la creación del hombre nuevo en Cuba, recordar la caótica vida de la desaparecida actriz norteamericana? Quien sabe, a lo mejor su vida era parte importante del gran complot donde ya se libraba la Batalla de las Ideas. Aunque para ser honesto, el evento cultural era sólo posible gracias, en su opinión, al poder indiscutible entonces de la única Diva Oficial de la Revolución, Alfredo Guevara, director del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. Cualquiera fuese la razón de su celebración, Marilyn era importante para el joven sólo por ser una fuente agradable de entretenimiento. Una oportunidad de avizorar otros paisajes, diferentes ideas, emociones; y para que mentir, ¡hombres hermosos! Tenía que admitirlo, los imperialistas lo habían penetrado fácilmente, con su profesionalismo para entretener, desde hacía mucho tiempo.
La cola comenzó a avanzar lentamente. ¡Qué alivio, pronto estaría sentado cómodamente con aire acondicionado! El joven obstinado no vio el carro de la policía hasta que estuvo apareado casi a su lado. Con el rabo del ojo, y tratando de pasar inadvertido, observó como el oficial en el asiento del pasajero paseaba su vista a lo largo de la fila que avanzaba. Sin saber por qué sintió que estaba en peligro. Desde hacía varios años un sentimiento de culpa lo embargaba sin razón aparente. Los líderes de la Revolución desde sus posiciones de ingenieros sociales habían determinado que la condición humana era inapropiada para la construcción del Socialismo, por lo tanto había que reducirla forzosamente al molde homogéneo del Hombre Nuevo. Un hombre más simple, no tan complicado ni tan lleno de aspiraciones y opiniones; fácil de moldear y dirigir hacia las metas grandiosas de sus maestros. Él, por el contrario, era tan defectuoso, complejo; y además, maricón.
Dos hombres en diferentes partes de la cola, llamados por el oficial para identificarse, les fueron ordenados sentarse en el asiento trasero después de retenerles los carnés de identidad. Unos segundos más tarde, el joven terco sintió sobre él la mirada fría del policía. Meneando repetidamente su dedo índice como la cola de un perro, éste le dijo perentoriamente, -“Ciudadano, acérquese aquí”. ¡Oh, oh! ¿Ciudadano y no compañero?, pensó nerviosamente el compañero descalificado. Más rostros asustados, brazos y piernas agolpados como quiera en la parte posterior del auto fueron transportados sin explicación alguna hasta una estación de la Policía Nacional en Centro Habana unos minuto más tarde. Eran aproximadamente las nueve de la noche y ya había en el lugar un pequeño grupo de jóvenes dirigiendo miradas nerviosas a su alrededor.
Las horas comenzaron a pasar, y durante ese tiempo más hombres fueron traídos al vestíbulo del edificio al parecer de diferentes lugares de la ciudad. La única cosa en común entre ellos era el uso del pelo largo. Una explicación, o quizás una arenga revolucionaria acerca de las modas decadentes del capitalismo eran de esperar. Pasada la medianoche, el oficial de guardia empezó a llamar al primer grupo de individuos que serían llevados al interior del edificio. Al menos el final de esta situación incómoda estaba ya cerca, ¿o no? Al poco rato, los primeros en ser llamados comenzaron a salir silenciosamente al vestíbulo uno tras otro para desaparecer a través de la puerta de entrada del edificio en la oscuridad de la noche, después de recoger sus carnés de identidad. La cabeza de cada uno de estos individuos estaba coronada con mechones de pelos irregulares resultado de un corte burdo del cabello. El joven obstinado no podía dar crédito a sus ojos. No podía creer que estuviera siendo testigo, y posiblemente víctima, de tal violación del espacio personal de un adulto. Con solo pocos años de edad al triunfo de la Revolución Fidelista, limitaciones a la libertad personal habían llegado paulatinamente hasta él en un proceso explicado como normal debido a la batalla contra las clases explotadoras del país y sus aliados externos, las fuerzas imperialistas determinadas a destruir la nación. Que el pelo largo de un hombre pudiera afectar la unidad y la seguridad nacional no tenía sentido alguno para él. Pero quienes han crecido en un ambiente político donde el abuso de autoridad es la norma, ser pasivo es una cualidad invaluable para sobrevivir que se aprende desde temprano. Rebelarse no es bueno para la salud, dictaba la sabiduría popular. Sobre todo si implicaba cuestionar la motivación ideológica de la Revolución al comandar, no importaba cuán absurda o abusiva la orden.
Por ese motivo, cuando el joven obstinado se viró hacia la persona sentada a su derecha en el banco para explicarle que no iba a salir esa noche de allí porque iba a protestar su detención ilegal, y que por favor apuntara el teléfono de un vecino de sus padres para reportarles lo acontecido, no pudo tampoco dar crédito a lo articulado por su boca. Poco tiempo después oyó su nombre y se dirigió hacia dos policías que desde la base de la escalinata central del vestíbulo le hacían señas de acercarse. – Vamos al piso de arriba, ordenó el más viejo. - ¿Al piso de arriba…a qué? - No te hagas el tonto, a que va a ser chico, ¡a pelarte! – Un montón de sensaciones desagradables invadieron el cuerpo del joven, mientras un remolino de ideas trataba de organizarse en su mente para poder argumentar razonablemente y con calma. – ¿Y qué ley o parte de la constitución, me pudieran explicar, los autoriza a ustedes a pelarme forzadamente? Éste razonamiento no cayó bien con ellos, que solo lo interpretaron como un desafío a la autoridad. – ¡Aquí la ley somos nosotros!, fue la respuesta seca. Y ambos le agarraron los brazos y empezaron a arrastrarlo hacia la escalera.
Asustado pero resuelto, el joven obstinado continuaba sorteando en su mente el remolino de ideas que giraba como la Rueda de la Fortuna de un programa televisivo. El contacto físico de las manos de los policías en la piel de sus brazos fue el interruptor de ese proceso. El torbellino mental paró y la flecha indicadora señaló en la rueda de ideas la única acción posible para reafirmar su dignidad personal y a la vez evitar cualquier violencia que justificara represalia física y legal en su contra: resistencia pasiva. Con una habilidad desconocida por él hasta entonces, pudo desconectar su cerebro de la acción motora de sus músculos, desplomándose inmediatamente así al piso. Su cuerpo flácido colgaba de las manos de los policías asombrados, que lo halaban vanamente hacía arriba para obligarlo a incorporarse. – ¡Vamos comemierda, párate! – Déjenme hablar con el jefe de la estación. – El jefe no se encuentra, vamos, ¡párate! Maldiciones e insultos comenzaron a oírse cuando más policías comenzaron a agruparse alrededor. – Agárrenlo por los pies y los brazos para subirlo al segundo piso, una voz ordenó.
Así cargado fue llevado hasta un cuarto donde fue sentado en una silla de barbero improvisada. El joven obstinado mantenía gacha su cabeza de cabello largo y crespo. El policía apartó con las tijeras los rizos que cubrían el rostro de éste. Con sonrisa maliciosa y tono despreciativo gesticuló hacia abajo y le espetó: ¡Mira como hay pelo’e yegua en el piso! Alguien impuso silencio y ordenó que lo empezaran a pelar. Mientras los bucles brillosos de su cabello castaño caían en su regazo, el joven empezó a hablar con tranquilidad forzada. – Ustedes saben que cuando la Revolución triunfó, unas de las primeras medidas que tomó fue erradicar del país la represión de los esbirros. Pues bien, ése es precisamente el papel jugado por ustedes ahora, el de esbirros represivos. Silencio absoluto. Algunos de los presentes comenzaron a alejarse calladamente del lugar.
Una vez terminado el pelado el policía funcionando como barbero le ordenó levantarse e irse. Pero el joven obstinado no se movió del lugar, y volvió a preguntar por el jefe del lugar. En respuesta fue levantado en vilo del asiento, cargado descuidadamente ésta vez escaleras abajo hasta el patio, y dejado caer en el suelo al lado de un grifo de agua. Los policías que habían estado con él desde un principio pusieron su cabeza debajo del chorro de agua corriente durante un rato. Pero al no obtener reacción alguna, comenzaron a echarle agua con una vasija, primero adentro de un oído, y después, con un movimiento violento de los brazos, forzadamente adentro de las fosas nasales.
En la distancia, la silueta oscurecida de personas inquietas se dibujaba en el umbral de la puerta que comunicaba con el patio. Una figura alta y delgada se desprendió del grupo para acercarse al trío en la esquina donde el agua corría todavía del grifo. – Paren eso y llévenselo a la celda número uno, ordenó. Obedeciendo instantáneamente, los esbirros levantaron al rebelde con cuidado y lo depositaron en el lugar indicado. Solo ahora, con algunos rasguños y todo mojado de la cintura para arriba, el joven obstinado temblaba, no de frío sino de ira y miedo, en el piso del pequeño cubículo enrejado. Cerró los ojos un momento y al abrirlos de nuevo advirtió, al otro lado de la reja, la figura conocida que había detenido el método acuoso de quebrantarlo. – Me han dicho que querías hablar conmigo, yo soy el jefe de la estación. Después de tantas humillaciones, el joven era ya no sólo terco sino también incrédulo. - ¿A esta altura vienes con el cuento de que eres el jefe? – No te creo. - ¿Y qué vas a hacer, seguir tirado ahí en el suelo? Al no obtener respuesta, su interlocutor dio media vuelta y se retiró.
Unos minutos más tarde, el ruido de un automóvil en el patio cogió la atención del joven tirado todavía en el piso. Un policía abrió la reja de la celda, dos más entraron en ella y agarrando al joven, por los pies y los brazos, lo llevaron hasta un vehículo en espera. A través de una puerta abierta fue introducido en la parte trasera y colocado en el asiento. Con un esbirro a su lado, y el chofer con su acompañante al frente, el joven sintió cuando el carro comenzó a moverse. Unas puertas metálicas al fondo del patio chirriaron al ser abiertas para dar paso al vehículo que se escurrió rápidamente en la calle adyacente al edificio policial. El ruido de las puertas al cerrarse detrás de él actuó en su cerebro como un interruptor que lo conectó de nuevo a la acción motora de los músculos de su cuerpo. Inmediatamente se incorporó en el asiento y adoptó la posición de un pasajero normal. Los otros ocupantes del vehículo lo miraron asombrados, pero no dijeron ni una palabra. Una calma intranquila reinaba en el interior del carro. En la mente del joven obstinado e incrédulo, las ideas comenzaron a girar aceleradamente de nuevo. - ¿Adónde me llevan, qué va a pasar ahora? Para su tranquilidad, la respuesta no demoró mucho en llegar. Nos dirigimos a un hospital cercano, aclaró voluntariamente el jefe del grupo que parecía adivinarle el pensamiento. Y efectivamente, unas cuadras más adelante el hospital en la Avenida de Carlos III se delineó en la distancia.
El chofer maniobró el vehículo y lo parqueó enfrente de la Sala de Emergencias. Todos caminaron hacia su interior y, una vez adentro, la presencia del médico de guardia fue requerida. El doctor, al parecer un estudiante o graduado reciente preguntó con amabilidad en que podíamos ayudarlo. – Necesitamos una declaración médica que atestigüe que el ciudadano no ha sido golpeado. La expresión amable en la cara del médico cambió inmediatamente por una de seriedad. – Necesito hacer un examen médico y hablar en privado con el compañero.
Una vez a solas con el doctor, el joven le narró brevemente lo acontecido durante esa noche, mientras éste lo examinaba y lo interrumpía con diferentes preguntas. Al final, el médico garabateo un corto reporte que, de vuelta adonde estaban los policías, dejó caer en el buró frente a ellos sin decir palabra. El jefe del grupo agarró el papel, y poniéndolo enfrente de la cara del joven obstinado le dijo fríamente, mientras golpeaba con el dedo índice de la otra mano la superficie del papel. - ¡Aquí dice que nosotros no te hemos torturado! ¡Si al salir de aquí te lanzas frente a un autobús, nosotros no somos responsables! – No pierdan cuidado, no me voy a lanzar frente a ningún autobús. ¿Me puedo retirar? – Si puede. – Bien, entonces, ¡buenas noches!
Al salir por la puerta de entrada de la Sala de Emergencias, la brisa fresca de la madrugada acarició el rostro del joven obstinado. Un leve escalofrío recorrió su cuerpo cubierto todavía con la ropa húmeda. Caminando las calles solitarias de la ciudad hacia su hogar distante, tuvo tiempo suficiente para reflexionar sobre lo sucedido. Y se sintió orgulloso de su capacidad para resistir el abuso de poder. Esa noche de aprendizaje fue definitivamente la primera vez que experimentó por sí mismo como la valía y el respeto a la dignidad inherente en cada ser humano también aplicaba a su orientación homosexual.


EPÍLOGO


Aparte de la introducción ficticia de esta narración, que ilustra el primitivismo social de un amplio sector del aparato represivo utilizado por el régimen, los acontecimientos de esta historia le ocurrieron en realidad al autor de esta bitácora, y no terminaron en esa noche desafortunada. Al siguiente lunes, solicité una reunión con las organizaciones sindicales y políticas de mi centro de trabajo para denunciar el incidente. Se me prestó atención y se tomó nota de lo ocurrido; y aunque nunca supe que pasó con mi denuncia, el teniente a cargo de la estación de policía donde estuve detenido intentó intimidarme en dos ocasiones haciendo uso de terceros.

31 de marzo de 2007

¿Batalla de las Ideas o Manipulación de los Derechos del Cubano Homosexual?



Décadas antes de que en el mundo cibernético apareciera la realidad virtual, ésta fue inventada por la élite dirigente de los países del desaparecido Campo Socialista, quien se esforzó inútilmente en darle forma durante muchos años. Después de violar o ignorar, innumerables veces, las propias leyes marxistas que decían inspirarla, esa realidad virtual socialista se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos de sus asombrados amigos y enemigos. Tal como una computadora falla por el uso de malos programas, y el abuso de sus recursos de disco duro y memoria procesadora; así ocurrió también con la economía y el aparato político, social y cultural de esas sociedades virtuales basadas en la idealidad. ¡Qué irónico que la visión de esos dirigentes, fundamentada supuestamente en principios materialistas, se haya apoyado completamente - para justificar su existencia - no en las realidades de la vida cotidiana, sino en el área subjetiva, donde todo es posible, de los ideales humanos!
El idealismo ideológico, y su manifestación política y económica como forma de gobierno, no perjudica a nadie cuando es practicado en un juego cibernético como Sim City. En él un líder (el jugador principal) con poder absoluto crea, manipula a su antojo y hasta destruye en frustración, ciudades y regiones habitadas ensambladas por él. Ahora bien, aquel que lo haya jugado sabe que, a pesar de su omnipresente capacidad para hacer y deshacer, el líder de cualquiera de estas ciudades artificiales tiene que seguir ciertas reglas básicas de gobierno administrativo y político al aplicar medidas específicas. Tiene que tomar en cuenta cuán bien esas medidas funcionan en relación a otras necesidades de la ciudad o región creada. Claro, ésto si su verdadera motivación es traer prosperidad y equilibrio social general, y no solo satisfacer su egotismo ideológico, y sus necesidades políticas inmediatas. Si el líder ficticio, de la ciudad virtual, hace caso omiso de las necesidades de la base social en que se sustenta, fracasa en su empeño y se hunde inevitablemente con ella más tarde o más temprano.
Existe actualmente en nuestra querida isla dos Cubas: una Cuba real, compleja, contradictoria, inteligente, confundida, rica en matices, artificialmente pobre en recursos y habitada por individuos despojados de sus libertades individuales, ¡valga la contradicción!, en nombre de la unidad y la supervivencia nacional; y otra Cuba virtual, lineal, sin contradicciones toleradas, esclarecida hasta el punto de la ceguera, sin matices, tapadamente rica en recursos, y habitada por una élite narcisista que lo sabe y decide todo en nombre de la unidad y la supervivencia nacional. Los habitantes de esta última Cuba viven una vida especial que, según ellos, no es privilegiada sino apropiada a su autoproclamado papel de vanguardia social. La suya es una vida paralela mayormente desconocida en el mundo del cubano real. Para quien no hay medios de expresión independientes que reflejen el modo de vida y los manejos del cubano virtual. Por lo tanto, la impunidad de éste último es completa.
En esa realidad virtual, creada por ellos y para ellos (a pesar de afirmarse lo contrario), hay acceso a bienes materiales en abundancia, así como a información y medios de comunicación. Y para los que están cerca del poder central existe incluso cierta libertad expresiva que es inimaginable para los súbditos del sistema cuasi monárquico cubano. Porque el totalitarismo socialista cubano no es más que una idealización empeorada, que han hecho sus dirigentes más altos, del viejo sistema de gobierno monárquico constitucional. ¿Un ejemplo de esa libertad expresiva disfrutada por algunos de los cubanos que habitan la Cuba virtual?: los comentarios candorosos de Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional; de Mariela Castro Espín, hija mayor de Raúl Castro y directora del Instituto Nacional de Educación Sexual (CENESEX); y de Abel Prieto, Ministro de Cultura, en la prestigiosa revista dirigida a la intelligentsia estadounidense The New Yorker.
En un artículo del 31 de julio de 2006, escrito por Jon Lee Anderson titulado Castro's Last Battle (La Última Batalla de Castro), el autor explora ligera, pero acertadamente, el acontecer actual de Cuba desde la perspectiva de sus dos mundos: el real y el virtual. Mr. Anderson, un reconocido articulista de esa revista, relata en su sección Carta Desde Cuba, junto al análisis de sus observaciones, sus conversaciones informales con los mencionados funcionarios cubanos. El foco de sus entrevistas con ellos parece no ser controlado por él y, por lo tanto, ni remotamente tocan temas fundamentales. Como son, por ejemplo, el fracaso crónico de la economía nacional debido al bloqueo estadounidense, pero sobre todo a la aplicación de medidas económicas válidas, o completamente erróneas, de una manera errática; o la represión cíclica de disidentes, como líderes laborales, activistas de derechos humanos y periodistas. No, el foco es ajustado para que ilumine el tema de moda ahora en la Cuba virtual: La Batalla de las Ideas.
Aquí es donde oportunamente entra en la arena política el tema controversial del homosexual en la sociedad cubana, como una forma de demostrar el humanismo y el carácter social avanzado de la Revolución. Mariela Castro, en su papel de directora del Instituto Nacional de Educación Sexual (CENESEX) se ha lanzado a la tarea de rescatar la dignidad y la valía del transexual, el transformista y la población cubana homosexual en general desde hace varios meses atrás. Esta iniciativa es, según Mariela, de su propia volición; y sin tener la influencia decisiva de su poderoso padre y de su poderosísimo tío, ha ganando momento en la Asamblea Nacional gracias a que ella ha estado "volviendo loco" con el tema a su presidente, el señor Ricardo Alarcón, según palabras textuales de él. Sin embargo, en otra entrevista radiada por la estación inglesa BBC, en su sección World Service del 16 de Septiembre del 2006, Mariela Castro durante una conversación con su periodista le confiesa a éste un secreto, el secreto del payaso como decimos en Cuba: en una conversación informal con su padre, el presidente temporal del país Raúl Castro, éste le comentó que si ella lograba convencer a Fidel, entonces podría convencer a todo el mundo.
Sean cual fueren las motivaciones, genuinas, políticamente fabricadas, o una combinación de ambas, detrás de este gesto humanitario patrocinado por la señora Mariela Castro, lo que es evidente es la arbitrariedad conque la élite de la realidad virtual cubana encara los asunto del mundo real que ellos comandan. Con tantos problemas sin resolver, desde los medios básicos de subsistencia hasta los asuntos más elevados relacionados a la libertad de expresión, organización social libre y otros propios de una sociedad civilizada, que interés o provecho puede brindarle a una población altamente prejuiciada al respecto, los derechos de una minoría homosexual cuando ellos carecen de otros derechos tan o más importantes e inmediatos.
La imposición desde arriba en la arena pública de un tema tan polémico, del cual la gran mayoría ni tan siquiera quiere hablar, tiene un carácter altamente hipócrita e irreal. Hipócrita porque desconoce el marco social más amplio de los derechos individuales ignorados de la población en general, y en donde se insertan los de la minoría homosexual doblemente oprimida. Irreal porque los promotores de estos cambios a favor de los homosexuales, sea una persona bien intencionada o políticos oportunistas que desean pulir con el asunto la imagen dañada de sus quehaceres políticos, son los que deciden el cómo, dónde, cuándo y cuánto del tema de la homosexualidad se ha de regular para tratar de modificar de manera compulsada la actitud y la conducta de la población al respecto. Esta manera compulsada de gobernar por parte de la élite gobernante cubana es la única constante en el devenir político del país. Esto ha ocurrido demasiadas veces en el pasado como para no aprender la lección. Pasos son dados para liberalizar la sociedad, para más adelante retrocederlos o ignorarlos por completo, en dependencia a la dirección en que soplan los vientos políticos nacionales o internacionales. O de cual facción política tiene más influencia y acceso, de acuerdo a las circunstancias del momento, a los miembros de la monarquía y al círculo íntimo de sus cortesanos. Según la sabiduría popular, el retroceso o rectificación es aquel momento cuando, al virarse la tortilla del quehacer político nacional, aquellos que quedan debajo, junto con sus protegidos sin voz ni voto entónces, reciben el peso hostil de quienes ocupan ahora la superficie en la sarten del cocinero con el poder real.
Por eso hago un llamado de cautela y reflexión por parte de todos los homosexuales, bisexuales, transexuales y transformistas en la Isla y fuera de ella. No nos dejemos engañar y manipular impunemente con promesas nacidas de la nada. Cualquier ayuda ofrecida en beneficio de nuestros derechos humanos como grupo es bienvenida. Pero esta ayuda, de materializarse, no debe confundirse con la subestimación del reconocimiento de los derechos humanos de toda la población cubana, de la cual somos parte integral, en la cual estamos inmersos y de la cual depende, en última instancia, nuestra supervivencia a largo plazo. Aislados esfuerzos culturales educativos como la película Fresas y Chocolate, y la telenovela El lado oscuro de la Luna, o la influencia de una funcionaria importante en la Asamblea Nacional para obtener concesiones favorables, no son suficientes. Es necesaria la participación directa y organizada de los más interesados en la materia, la población homosexual, en un proceso educativo constante desde la base de la sociedad que traiga, paulatinamente, los cambios necesarios en las actitudes sociales negativas al respecto.
El odio contra nosotros es mucho por parte del ignorante. Hemos sido abusados, engañados, discriminados, golpeados y hasta asesinados en muchas ocasiones. Algunas de esas malas experiencias vividas no solo han venido por parte de extraños, sino también de seres queridos como padres, hermanos y "amigos". Queremos ser aceptados, respetados, y sobre todo queridos tal y como somos. Desafortunadamente, muchos escogemos permanecer en la oscuridad por vergüenza de nosotros mismos, y por temor al rechazo y las represalias. Por esa razón, somos muy vulnerables a ser usados por individuos o instituciones sin escrúpulos que ven en nuestras necesidades insatisfechas, en nuestro miedo, y en nuestra aparente debilidad, un recurso del cual sacar provecho por medio de la manipulación de nuestros sentimientos.
Puede que las motivaciones de Mariela Castro Espín sean sinceras. Después de todo, no creo que ella haya sido obligada ha escoger un campo de trabajo tan especial, y con un tema de estudio tan difícil de manejar en la cultura hispana. Ahora bien, no creo en las buenas intenciones de los oficiales de gobierno que representan la realidad virtual cubana. Sus objetivos reales pueden ser, como en muchas otras ocasiones, manipular a través de la prensa mundial liberal a los sectores progresivos que durante años han apoyado material, política y moralmente a la Revolución Cubana. En los últimos tiempos, éstos han cuestionado a sus dirigentes, o le han retirado o condicionado su apoyo debido a los repetidos abusos de derechos humanos cometidos contra los crecientes sectores disidentes del país que exigen cambios reales.
Condecendencia con un pequeño grupo por siempre abusado, subestimado, y erróneamente considerado en su totalidad como una masa amorfa moralmente débil y necesitada de aprobación, puede tener un valor político calculadamente efectista en la opinión internacional progresista. Puede ser algo digno de tomarse en consideración por parte de la élite patriarcal del país, necesitada como está de ese travestismo para encubrir su descolorido y envejecido rostro revolucionario.

Abanderados del pintor cubano Li Dominguez Fong.