Quienquiera que esté al tanto del acontecer en Cuba conoce ya el nombre de Yoani Sánchez. Es una cubana común, una bloguera residente en la Isla que, como la inmensa mayoría de sus ciudadanos, está harta del paternalismo y de la arrogancia benevolente de la dirigencia omnipotente del país.
La rebelión de Yoani no es del tipo patriótico transcendental propia de aquellas figuras disidentes que sueñan con asegurarse posiciones en la futura estructura de poder de la nación. No encontramos en Generación Y , su bitácora en el internet, ni programas políticos, ni plataformas sociales y económicas, para reactivar el anestesiado potencial creativo del cubano, donde se protejan los intereses o se delineen los derechos y deberes ciudadanos de la futura democracia. No, el criticismo de Yoani es un reflejo puro y sencillo de lo que ha tenido que soportar, y todavía soporta a diario, el individuo común en la Isla. Influenciada enormemente por el estilo directo y claro usado en los medios de comunicaciones electrónicas contemporáneas, ella no deja por eso de ser elegante y profunda en sus viñetas de cotidianidades vivenciales; ofrecidas a nosotros como dibujos verbales estilizados, de similar sencillez y maestría a los creados por Picasso con el pincel y la paleta.
Yoani renegó su condición de filóloga en cierta ocasión. Quien sabe que experiencias, o quienes hayan contribuido a su desilusión. Lo cierto es que utiliza muy bien las herramientas de la profesión aprendida. Su capacidad para escoger palabras adecuadas, el ahorro para estructurarlas y combinarlas con el fin de ofrecer una idea, una imagen o un sentimiento, es tremendamente efectivo en el propósito de comunicar un mensaje preciso. Y lo que es más importante, para mostrar la claridad ética conque procesa creativamente su realidad circundante. Esa misma capacidad parece ser una de las razones que le ha facilitado el dominio del medio digital. Los procesos de ambos lenguajes, el escrito y el cibernético, se acoplan y complementan en ella como el cuerpo exterior y el esqueleto de su quehacer intelectual.
Creo que fue Alejo Carpentier quien expresó una vez la idea de la necesidad de una literatura hispanoamericana que describiera detalladamente nuestra realidad, que nombrara minuciosamente sus originales y variados elementos autóctonos. Se refería a la corriente del realismo mágico que tan excelentemente desarrolló en su literatura. Algunos creadores latinoamericanos caminaron simultáneamente con él esta trayectoria de regodeo expresivo. Otros lo sucedieron con variantes estilísticas de verbosidad similar. Nuestro tiempo, o al menos el de la Cuba actual para no caer en generalizaciones, requiere de narradores con un estilo expresivo sin la magia carpentierana que nos describió majestuosamente la caída de un chorro de orine en el fondo espumoso de un orinal de plata. El tiempo ahora es el de bajarse de las ramas, de llamar al pan, pan; y al vino, vino. No magia para entretener al público, no Barroco para gustos sofisticados, no casa de espejos para confundir y evadir al censor.
Esta opinión no trata de patrocinar el realismo socialista como medio literario para “educar” las masas, y cuya asociación a una ideología en bancarrota no por eso le quita algunos logros artísticos. No me refiero a interferir en el qué, o en el cómo, de una expresión artística cualquiera. Me refiero al realismo mágico literario, y sus estilos derivativos, como la expresión artística de una etapa en el desarrollo de nuestra identidad cultural donde ideologías inverosímiles, y una retórica superflua para justificarlas, han sido utilizadas por políticos, líderes revolucionarios, y demagogos en general para explicar nuestras realidades y elaborar, o mejor dicho complicar, las soluciones a sus problemas.
La rebelión de Yoani no es del tipo patriótico transcendental propia de aquellas figuras disidentes que sueñan con asegurarse posiciones en la futura estructura de poder de la nación. No encontramos en Generación Y , su bitácora en el internet, ni programas políticos, ni plataformas sociales y económicas, para reactivar el anestesiado potencial creativo del cubano, donde se protejan los intereses o se delineen los derechos y deberes ciudadanos de la futura democracia. No, el criticismo de Yoani es un reflejo puro y sencillo de lo que ha tenido que soportar, y todavía soporta a diario, el individuo común en la Isla. Influenciada enormemente por el estilo directo y claro usado en los medios de comunicaciones electrónicas contemporáneas, ella no deja por eso de ser elegante y profunda en sus viñetas de cotidianidades vivenciales; ofrecidas a nosotros como dibujos verbales estilizados, de similar sencillez y maestría a los creados por Picasso con el pincel y la paleta.
Yoani renegó su condición de filóloga en cierta ocasión. Quien sabe que experiencias, o quienes hayan contribuido a su desilusión. Lo cierto es que utiliza muy bien las herramientas de la profesión aprendida. Su capacidad para escoger palabras adecuadas, el ahorro para estructurarlas y combinarlas con el fin de ofrecer una idea, una imagen o un sentimiento, es tremendamente efectivo en el propósito de comunicar un mensaje preciso. Y lo que es más importante, para mostrar la claridad ética conque procesa creativamente su realidad circundante. Esa misma capacidad parece ser una de las razones que le ha facilitado el dominio del medio digital. Los procesos de ambos lenguajes, el escrito y el cibernético, se acoplan y complementan en ella como el cuerpo exterior y el esqueleto de su quehacer intelectual.
Creo que fue Alejo Carpentier quien expresó una vez la idea de la necesidad de una literatura hispanoamericana que describiera detalladamente nuestra realidad, que nombrara minuciosamente sus originales y variados elementos autóctonos. Se refería a la corriente del realismo mágico que tan excelentemente desarrolló en su literatura. Algunos creadores latinoamericanos caminaron simultáneamente con él esta trayectoria de regodeo expresivo. Otros lo sucedieron con variantes estilísticas de verbosidad similar. Nuestro tiempo, o al menos el de la Cuba actual para no caer en generalizaciones, requiere de narradores con un estilo expresivo sin la magia carpentierana que nos describió majestuosamente la caída de un chorro de orine en el fondo espumoso de un orinal de plata. El tiempo ahora es el de bajarse de las ramas, de llamar al pan, pan; y al vino, vino. No magia para entretener al público, no Barroco para gustos sofisticados, no casa de espejos para confundir y evadir al censor.
Esta opinión no trata de patrocinar el realismo socialista como medio literario para “educar” las masas, y cuya asociación a una ideología en bancarrota no por eso le quita algunos logros artísticos. No me refiero a interferir en el qué, o en el cómo, de una expresión artística cualquiera. Me refiero al realismo mágico literario, y sus estilos derivativos, como la expresión artística de una etapa en el desarrollo de nuestra identidad cultural donde ideologías inverosímiles, y una retórica superflua para justificarlas, han sido utilizadas por políticos, líderes revolucionarios, y demagogos en general para explicar nuestras realidades y elaborar, o mejor dicho complicar, las soluciones a sus problemas.
Los escritos de Yoani dejan atrás la fanfarria literaria, y los desvaríos ideológicos y políticos floreados. Sin embargo, al exponer las cosas tal y como son en Cuba a nivel de la calle, ella no lo hace con insultos o vulgaridades, sino de una manera hermosa en su sencillez y transparencia. Sin volutas verbales, u otros adornos del lenguaje que desvíen el entendimiento de aquello que es la idea primordial. Con ella no hay posibilidades de malas interpretaciones, de “no entendí”, de “no lo sabía”, o de “no me lo dijeron”. Tanto para los lectores que simpatizan con ella, como para sus detractores y los funcionarios que la vigilan sin acabar de captar que el suyo es un mensaje honesto y popular, Yoani parece decirles - ¡Se los dije, no me digan ahora que no se los advertí!
Yoani Sánchez ha trascendido el ámbito local y regional para proyectarse como una figura internacional. Recibió merecidamente un premio Ortega y Gasset de periodismo digital en España. Como era de esperar, el gobierno cubano le dio más auge al “caso” al negarle el permiso de salida para recibirlo en Madrid. Además, Yoani fue seleccionada recientemente, por la revista norteamericana Times, como una de las cien personas más influyentes de este año en el mundo. Su rostro está entre los compilados para ilustrar la cubierta de la revista. Un pequeño artículo en el interior introduce su historia a los lectores de la comunidad internacional. En Cuba todavía, a pesar de las aperturas anunciadas, cualquier tipo de iniciativa privada no tiene cabida. Las manifestaciones de individualidad son consideradas como desviaciones aberrantes por los únicos cerebros autorizados a pensar, pero sobre todo, a manifestarse públicamente. Este tipo de transgresiones pueden ser muy peligrosas para el infractor. Sobre todo si son, intencionalmente o no, manipuladas en el territorio del Enemigo Número Uno (alias El Totí) para empujar una agenda política (Thanks, but not thanks, Mr. Bush, for your celular phone offert!).
Yoani está muy consciente de su situación. En una entrevista que incluía el tema de la autocensura en Cuba, transmitida unos meses atrás, declaró que pondría a prueba el sistema para ver hasta donde llegaba la tolerancia. Atrevimiento calculado, o provocación ingenua, ¿Está Yoani Sánchez en Peligro?
Esperemos que no, para que la disección de la filóloga cibernética, inteligente y pacífica a lo Mahatma Ghandi, continúe estimulando la apertura de las puertas y ventanas nacionales.