G

31 de enero de 2009

El esplendor de Janis Joplin - colaboración de Ernesto González




Alma sureña equivocada de piel.
"Janis", un documental inolvidable.


Noche memorable en el Gene Siskel. El excelente trabajo de los Archivos Fílmicos de Chicago nos traía una retrospectiva del editor Howard Alk, quien trabajó dentro de la contracultura norteamericana de los años sesenta y setenta. El plato fuerte de la muestra: su inolvidable documental Janis. Sala repleta de jóvenes que la descubrían, de viejos enfebrecidos, sonrisas cómplices y recuerdos. La esposa de Alk, su hijo y sus amigos evocan a un judío afectuoso, fascinado por la cultura negra, rebelde e inconforme, probablemente neurótico, como deben ser los creadores y debían ser todos los seres humanos (creadores también a fin de cuentas). No podía ser otro que ese editor devenido en maestro de la cámara, quien realizara esta obra catalogada como uno de los mejores documentales musicales de todos los tiempos. Desde el primer fotograma, el discurso de las imágenes es tan grandioso como el de Janis. Grandioso en intimidad, en autenticidad, en calidez. La cantante habla, se emberrincha o se ríe con una naturalidad y un fervor que sólo la cámara y la edición de Alk podían revelarnos. Rememora su vida en una pequeña ciudad de Texas, se nos muestra su rencuentro con esa cultura que le era tan ajena, ya encumbrada en la fama, su desapego y su sorpresa al verse convertida en lo que no pidió, y por supuesto, su interpretación cada vez diferente, sin dejar de ser la misma Janis. Una magia que se extinguió desde entonces en los escenarios, y fue sustituida por poses repetidas, cansinas, lindura, meneos falsos, voces inaudibles e histeria. Hay quienes recuerdan a Janis como adicta a las drogas, fue el comentario que surgió cuando mencioné su nombre entre algunos conocidos. Aunque a continuación se habló de rebeldía. Yo añadí que no sólo fue rebelde sino que vivió su rebeldía. Vivió de verdad, aseguré. Sentí un poco de perplejidad a mi alrededor, y como un silencio acusador (¿o es que acaso no recuerdas, I have a great life). Es comprensible, vivir se ha convertido en ostentación de posesiones y en conteo de placeres, ha dejado de ser celebración, alegría intrínseca y honestidad para consigo mismo. Lo que vivimos parece muerte al lado de gente como Janis. No tuve la suerte de verla en vivo, como nunca pude ver a Nina ni a Morrison, ni a Dylan (sí a Joan Báez), ni a otra(o)s de esa época incandescente. Pero la vi cerrar el documental, claro, con Piece of my Heart, y cómo ayudaba a subir al escenario a una avergonzada joven, a la cual siguieron decenas de espectadores, que bailaron, cantaron y se menearon a lo Janis, a despecho de guardaespaldas y personal de seguridad, si es que alguna vez los tuvo.

Ernesto González, escritor cubano residente en Chicago, ha trabajado para Riverside Publishing, publica regularmente en revistas locales y electrónicas, ha enseñado español en la East-West University y en la escuela Cultural Exchange. Ha publicado las novelas “Habana Soterrada”, “Memorias de una Bodega Habanera”, “Descargue Cuando Acabe” y “Bajo las Olas”. Vea LIBROS DE AUTORES CUBANOS, en la columna de la izquierda, con vínculos a Amazon.com. En la actualidad trabaja como traductor en el periódico en español Hoy, del Chicago Tribune.