G

18 de julio de 2020

HISTORIA LGBTQ # 01


HMS THAMES. Construído el 29 de Mayo 1758

Los Matrimonios Homosexuales de
un Barco Carcelario del Siglo XIX


        En 1842, un tribunal de Lancaster, Inglaterra, condenó a un joven abogado, George Baxter Grundy, por falsificación de pago, y lo envió de inmediato a cumplir una condena de quince años en Bermudas, "más allá de los mares". El Imperio Británico se estaba expandiendo rápidamente y necesitaba desesperadamente mano de obra. Al momento de llegar Grundy, miles de prisioneros habían sido enviados a la isla para fortalecer las defensas británicas en América del Norte, transportando y cortando piedra caliza para apoyar las operaciones militares. Era un sistema vicioso: los hombres, muchos de ellos súbditos coloniales de Irlanda, habían sido arrancados de sus hogares y enviados miles de kilómetros de distancia. Todo ellos condenados a trabajar forzadamente en una tierra extranjera durante años, para servir básicamente en la construcción del imperio. En cierto sentido, los hombres de Bermudas podrían haberse considerado afortunados: si hubieran sido enviados a la colonia penal en Tasmania, habrían tenido pocas esperanzas de volver a casa. Los convictos vivían en un puñado de barcos o "cascos", que estaban amarrados permanentemente en el puerto naval. Cada barco albergaba cientos de hombres; Grundy, como los otros condenados, vivía con otros cincuenta reclusos en una celda abarrotada. El trabajo era agotador, y las condiciones brutales. Poco después de llegar Grundy, la fiebre amarilla se extendió por la isla y, aterrorizado, fue testigo cómo murieron más de cien prisioneros. Grundy pasó seis años y medio en Bermudas. Cuando regresó a su hogar en Londres, resumió su experiencia, en una mordaz denuncia a la Oficina Colonial, como la más destructiva para el alma, y como la más infernal idea que hombre jamás creara".
... continúa👇
       En su carta, Grundy acusó a las autoridades de la prisión de varios cargos: mala administración y castigos graves e inhumanos. Intendentes y guardias "culpables de embriaguez, libertinaje, blasfemia y robo"; y la ausencia de instrucción religiosa y moral para los convictos. Afirmó que al cirujano no le importaban los enfermos a su cargo, y que los guardias permitían que los convictos trabajaran ilegalmente en empresas privadas fuera del barco. Pero toda la fuerza de su desprecio estaba reservada para sus compañeros de prisión. A mitad de su relato, se disculpó por lo que estaba a punto de revelar. Describió cómo, en los barcos de la prisión, el sexo entre hombres no sólo era tolerado, sino que se realizaba a plena vista. "Estoy preparado para demostrar que, diariamente, se cometen crímenes antinaturales y acciones bestiales a bordo de los cascos", escribió. “Durante años, Señor, he deseado tener la oportunidad de sacar a la luz los actos sucios en un casco de convictos. De hecho, Señor, estos lugares son seminarios del crimen".
Grundy contó cómo, poco después de llegar a Bermudas, vio a dos hombres involucrados en una "acción sucia" a mediodía. Inmediatamente los denunció a oficiales. Los hombres, Samuel Jones y Burnell Milford, fueron acusados ​​de "ser encontrados en una posición ‘despectiva de las leyes de Dios’". Se les dio veinticuatro latigazos a cada uno, y se les suspendió su pago. "Siendo un nuevo prisionero en ese momento, pensé que debería ser generalmente apoyado", escribió Grundy. "Pero ese no fue el caso." Los convictos tomaron represalias contra él. Fue condenado al ostracismo, y algunos de los hombres amenazaron con ponerlo "a dormir". También se sentía inseguro entre los guardias de la prisión; quienes, según él, no les gustó que el barco hubiera sido expuesto a las críticas.

       Lo que sucedió entre Jones y Milford, había aprendido Grundy, no fue un incidente aislado: "el pecado abominable" se practicaba "hasta tal punto", escribió, que muchos de los convictos "se jactan de ello". También subrayó que esto no era solo sexo: los hombres se referían a sus relaciones como matrimonios. La práctica se volvió tan común, según su relato, que el "matrimonio" era la regla más que la excepción: "si no están casados,​​como es llamado por ellos, está fuera de moda". En su relato, al menos cien hombres, a bordo de los barcos de la prisión en Bermudas tenían parejas del mismo sexo a quienes consideraban cónyuges.
Hoy en día, el archivo oficial del matrimonio homosexual está todavía en su infancia: en Estados Unidos, junio marcó el quinto aniversario del fallo de la Corte Suprema en el caso Obergefell v. Hodges, que otorgó a las parejas homosexuales el derecho legal de casarse. Esa decisión, que siguió a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en el Reino Unido, en 2014, fue una victoria impresionante: el reconocimiento de personas, y una cultura, que no había sido reconocida por la ley por mucho tiempo. Pero haríamos bien en recordar también que las personas queer se consideraban casadas mucho antes de que el estado lo sancionara. Los convictos en el barco de Grundy, privados de derechos básicos, exiliados de su tierra natal, abusados ​​por los intendentes y guardias de la administración de la prisión, adoptaron el lenguaje del matrimonio incluso cuando el simple acto sexual los arriesgaba a castigos brutales.

       Históricamente, documentos judiciales, generalmente relacionados con investigaciones criminales sobre sodomía, ofrecen pruebas más detalladas de la existencia de personas queer. Pero, cómo ha argumentado el historiador Charles Upchurch, en "Before Wilde: Sex Between Men in Britain's Age of Reform", dichos registros proporcionan evidencia limitada. Durante la era Victoriana, el castigo por sexo entre hombres generalmente se habría llevado a cabo entre familiares, no en los tribunales, ya que un asunto público habría arriesgado la reputación de la familia; y, además muy importante, tener un hijo o hermano en prisión reduciría los ingresos del hogar. El sexo entre hombres no significaba automáticamente exilio permanente, o ahorcamiento público; la mayoría de las familias podían acallar tales asuntos mucho antes que las autoridades fuesen contactadas.
Los condenados en los cascos de las Bermudas, que vivían lejos de sus familias, ya no estaban atados a estas costumbres. También podrían haber visto cómo los funcionarios coloniales se aprovechaban de no vivir más bajo formas familiares de escrutinio social y códigos religiosos. Soldados y funcionarios británicos violaron y esclavizaron mujeres en todo el Caribe. Establecieron un nuevo conjunto de reglas y costumbres no habladas que rara vez llegaron a los registros oficiales. En las colonias, los asuntos de sexualidad estaban ausentes de la burocracia registrada.

       La carta de Grundy, enterrada dentro de un grueso libro de registros de la Oficina Colonial en los Archivos Británicos es una rara excepción. Encontrar un documento oficial que describa el sexo queer, a principios del siglo XIX, es muy inusual. No fue sino hasta finales del siglo XIX, cuando “homosexual” y “heterosexual” fueron inventados como categorías médicas, que surgieron más pruebas escritas de la existencia de lo que podríamos llamar comunidades homosexuales. Los historiadores han encontrado ejemplos de personas utilizando los términos "matrimonio", "esposo", "esposa" y "cónyuge" para definir las relaciones queer en los siglos XVIII y XIX, e incluso antes. Jen Manion, en su libro, Female Husbands: A Trans History proporciona invaluable erudición sobre el tema, pero estos fueron casos generalmente aislados. En febrero, un investigador de Oxford anunció que había descubierto el diario de un agricultor de 1810. Su dueño propugnaba tolerancia para quienes sentían atracción hacia personas del mismo sexo. Ese documento articulaba la actitud de un hombre; la carta de Grundy describe, con asombroso detalle, una cultura robusta de intimidad entre personas del mismo sexo, que involucraba docenas de hombres, y que floreció durante años.

       La coerción está ausente, sorprendentemente, del testimonio de Grundy. Esto no significa que la violencia sexual no haya tenido lugar en los cascos. Sin las voces de los otros prisioneros, es imposible saberlo definitivamente. Pero lo que parece enfurecer más a Grundy es el consentimiento mutuo de los hombres que él describe. Los hombres a bordo de los cascos crearon un conjunto completo de rituales y valores culturales, con "matrimonio" no solo una palabra utilizada para justificar el sexo, sino un término de devoción. Cuando a los reclusos mayores se les daba la oportunidad ocasional de ganar dinero extra como zapateros, cocineros y sirvientes, a menudo gastaban sus ganancias en regalos para sus parejas. Los hombres mayores "harían todo lo posible para procurarles a sus parejas cosas buenas de este mundo”, cuando fuese posible, e "incurrirían en todo tipo de riesgos por ellos". Algunos no comían para que sus parejas pudieran hacerlo; o ahorraban para comprar zapatos de lona para sus parejas, que reemplazaran los incómodos proporcionados por la prisión. Lavaban la ropa de sus parejas más jóvenes, y competían entre sí para demostrar "quién puede apoyar y vestir mejor a su muchacho".
La historia de los convictos se hace eco de otras personas y grupos que, a principios del siglo XIX, tomaron prestado el lenguaje del matrimonio para describir relaciones que el gobierno no reconocería oficialmente. Las personas esclavizadas en todo el sur, antes de la guerra en los Estados Unidos, se definían a sí mismas como casadas a pesar de que estaban excluidas de la institución legal del matrimonio. En su libro Bound in Wedlock: Slave and Free Black Marriage in the Nineteenth Century, Tera W. Hunter incluye un relato de Thomas Jones, un ex esclavo de Carolina del Norte: "Lo llamamos y lo consideramos un verdadero matrimonio, aunque sabíamos bien que el matrimonio no estaba permitido a los esclavos como un derecho secreto del corazón amoroso".
       Al igual que la ley, la historia se basa en la evidencia para reconstruir el pasado. Sin ella, las personas queer, especialmente antes de finales del siglo XIX, están en su mayoría ausentes de los registros. Sus vidas raramente vistas, sus intimidades reducidas a especulaciones. Cuando los investigadores de la Oficina Colonial visitaron Bermudas para realizar una investigación oficial sobre las quejas de Grundy, no lograron que nadie corroborara su reporte. Lo cual es poco sorprendente, dado el castigo que habría caído sobre todos los involucrados. Las acusaciones fueron desestimadas. Según la carta original de Grundy, las autoridades de Bermudas habían sido reacias a registrar lo que estaba sucediendo en los cascos. El silencio era más conveniente. "No parecían saber nada al respecto", escribió. "Pero la verdad es que no desean saber”.
Este deseo de no saber ha hecho que gran parte de la historia de la sexualidad queer sea invisible para los historiadores. Pero incluso con un archivo tan limitado no es difícil imaginar, al leer la carta de Grundy, cómo el matrimonio podría haber conferido un sentido de humanidad y normalidad a la vida de los convictos. Estar matrimoniado le daba sentido al trabajo interminable, y a crear un mundo nuevo entre los desterrados por la sociedad. Incluso, el auto-descrito matrimonio, se podría imaginar cómo una afirmación al derecho a ser incluidos en una institución que no los aceptaría por casi dos siglos.


Traducido por Oliverio Funes Leal