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14 de abril de 2025

DOS RECUENTOS SOBRE JOSEPHINE BAKER





Josephine Baker: la superestrella convertida en espía 
que luchó contra los nazis y por los derechos civiles

La Guerra Secreta de Josephine Baker por Hanna Diamond
Libro que destaca la contribución de ella en tiempos de guerra, y cómo usó su fama para encubrir y promover la igualdad de derechos.


Fotografía: Sarah Meyssonnier



RECUENTO # 1

Según el teniente Paul Jensen, oficial de contrainteligencia estadounidense en tiempos de guerra, era "nuestro contacto número uno en el Marruecos francés", apoyando la misión aliada "con gran riesgo para su propia vida, y lo digo literalmente. Sin ella, habríamos estado completamente indefensos".
El agente de inteligencia británico Donald Darling la consideraba una "agente especialmente querida del gobierno de Charles de Gaulle". Consciente de su importancia, el servicio de inteligencia exterior británico, el MI6, la llamó "la agente predilecta" de la Francia Libre.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, Josephine Baker había sido "la Venus Negra": la primera superestrella femenina de color del mundo, bailando charlestón vestida solo con perlas y una falda hecha de plátanos, desfilando con su guepardo mascota, escandalizando y deleitando a todo París.
Tras la guerra, Baker se convirtió en una destacada y franca defensora de los derechos civiles en Estados Unidos, siendo famosa por su intervención con Martin Luther King Jr. en la Marcha sobre Washington de 1963, y por adoptar a 12 niños de ocho países para que vivieran con ella en su castillo de la Dordoña.

Durante la guerra, ejerció como espía. Envueltas en la niebla de la guerra, y posteriormente relatadas, a menudo de forma poco fiable, en las memorias de personas (incluida la propia Baker) con una historia que contar, las hazañas de la artista durante la guerra han sido objeto de especulación y mitos durante mucho tiempo.
Pero un nuevo relato, basado en fuentes contemporáneas y a menudo no utilizadas, se han descubierto pruebas de que Baker no solo era una agente muy eficaz, sino que también utilizaba su misma celebridad como la tapadera perfecta para su espionaje, y también como un poderoso medio para promover la causa de igualdad por derechos civiles.

“Mirar su vida a través del prisma de la guerra nos ayuda a comprender quién era y a comprender lo que hizo después”, afirmó Hanna Diamond, profesora de historia francesa en la Universidad de Cardiff y autora de Josephine Baker’s Secret War, que se ha publicado recientemente.
“La guerra fue fundamental; es la pieza que faltaba en su rompecabezas. Ella estaba increíblemente bien preparada para ser espía; una artista de pies a cabeza. Su motivación provenía de la enorme deuda que sentía con Francia, que la había convertido en una estrella, y que tenía sus raíces en el racismo con el que creció”.



Josephine Baker recibe la Legión de Honor y la Cruz de Guerra en 1961.

Fotografía: AFP/Getty Images


Nacida en 1906 en San Luis, Missouri USA, Baker dejó la escuela a los 12 años, y en 1921 fue elegida para participar en uno de los primeros musicales de Broadway, exclusivamente para negros. Cuatro años más tarde, consiguió un puesto en un espectáculo parisino: La Revue Nègre, y zarpó rumbo a Francia donde se convirtió rápidamente en una gran estrella.
En 1939, cuando fue reclutada por Jacques Abtey, un agente de la inteligencia francesa inicialmente escéptico, y quien se convertiría en su contacto y amante intermitente, Baker era la artista mejor pagada de Europa y una de sus celebridades femeninas más conocidas.

Abtey le enseñó trucos del espionaje, como el uso de la tinta invisible. Pero fue su amplia fama significó que todos y en todas partes querían conocerla. Fue su encanto natural, que les permitía hablar con total libertad, sus verdaderas bazas en el espionaje.
Desde principios de 1941, Baker, bajo la égida de los servicios secretos franceses, viajó desde Marrakech (donde estaba destinada) a Lisboa, Madrid, Sevilla y Barcelona, y por el norte de África. En estos lugares ofrecía conciertos, y asistía a recepciones donde recopilaba, y luego transmitía información ultra secreta a los agentes aliados.

Demostró ser lo suficientemente experta en ello como para ser condecorada, después de la guerra, con la medalla de la resistencia. Más tarde, con la Legión de Honor y la Cruz de Guerra militar.
Aunque el contenido exacto de las notas que tomaba, a menudo sujetas con un alfiler en sus sostenes, no se registraron oficialmente en muchos casos y siguen siendo desconocidos, la investigación de Diamond sugiere que en ocasiones resultaron sumamente valiosas y cruciales.

Fuentes no utilizadas previamente muestran, por ejemplo, que tras el desembarco aliado en el norte de África en 1942, Baker y los líderes locales con los que se había relacionado desempeñaron un papel crucial en la asistencia al contraespionaje estadounidense en Marruecos, identificando a espías nazis y permitiendo cientos de arrestos.
"Ahora sabemos que continuó siendo una intermediaria clave entre franceses, estadounidenses y marroquíes durante 1943 y 1944", declaró Diamond. "Hace tiempo que conocemos algo sobre sus actividades de espionaje aliadas. Pero este papel como intermediaria vital es nuevo”.

De igual manera, fuentes contemporáneas muestran que la bien documentada campaña antirracista de posguerra de Baker ya estaba en marcha a principios de la década de 1940. Sus giras por los campamentos del ejército estadounidense en el norte de África la pusieron en contacto directo con la segregación racial que había dejado atrás en 1925.
Entrevistas de prensa de la época dejan muy claras sus motivaciones para actuar: "Hago todo lo posible para ayudar a ganar el esfuerzo bélico", declaró al Chicago Defender en 1943, pero también "para que la gente, en general, sea más agradecida y comprensiva con mi raza".

Ganar la aceptación de las tropas para las que cantaba y bailaba tenía como objetivo promover la tolerancia racial en casa. Ese mismo año, Baker declaró al periódico Palestine Post (un importante diario en idioma inglés publicado en Jerusalén durante el Mandato Británico de Palestina desde 1932 hasta 1950): "Cada éxito que tengo cuenta para mis hermanos de color en Estados Unidos". En el norte de África, Baker actuó, inusualmente, para un público de tropas estadounidenses no segregadas. Al actuar para las fuerzas británicas, también fue objeto de desagradables comentarios racistas, aparentemente de tropas sudafricanas, según registró el oficial de entretenimiento de las fuerzas armadas británicas, Henry Hurford Janes.

La pregunta era existencial, dijo Diamond. “La discriminación influyó en su decisión de quedarse en Francia. En París, se había distanciado de los demás exiliados afroamericanos. Quería ser francesa y, cuando llegó la guerra, a diferencia de otros que abandonaron Francia, se quedó para apoyar a sus compatriotas”. Sin embargo, Baker se negó a actuar en el París ocupado, mudándose a Dordoña días antes de la llegada de los alemanes y, posteriormente, al Marruecos controlado por Vichy. Su matrimonio en 1937 con Jean Lion, que le otorgó la ciudadanía francesa, reforzó sus opiniones. Lion era judío y Baker ayudó a su familia a escapar de los alemanes. “Sabía muy bien, de primera mano, lo que significaba el racismo nazi”, dijo Diamond.

En contraste, su ferviente gaullismo (mantuvo correspondencia frecuente con el general mucho después del final de la guerra, revela el libro) y su idealización de Francia la llevaron a guardar silencio durante gran parte del conflicto cuando sus colonias norteafricanas lucharon por la independencia.
En 2021, Emmanuel Macron decidió que Baker debía convertirse en la primera mujer negra en entrar al Panteón de París, el mausoleo de los "grandes hombres" de Francia. El presidente francés hizo referencia a sus actividades durante la guerra, que fueron una revelación para muchos.

Dijo Diamond, "En Francia se la conoce principalmente como estrella del music-hall,  y en Estados Unidos como activista por los derechos civiles". Todo un capítulo: las misiones de espionaje, los conciertos que recaudaron grandes sumas para la resistencia, su posterior servicio uniformado en la fuerza aérea francesa resultaba mucho menos conocido.
Tras comenzar su investigación, con cierto escepticismo, Diamond afirmó que la terminó "convencida de que Baker era realmente muy valiosa. Puede que no siempre supiera lo que transmitía, pero hizo lo que le dijeron e hizo lo mejor que pudo".

La imagen que emerge, según Diamond, es la de una mujer negra "increíblemente capaz, astuta y comprometida. Vio con mucha claridad que podía explotar su fama por una causa, y a menudo con gran valentía, simplemente lo hizo". Durante la guerra, Baker movilizó su talento como artista, tanto dentro como fuera del escenario, para la Francia Libre. Tras la guerra, aplicó lo aprendido, aprovechando eficazmente su fama para protestar contra las políticas de segregación racial de su país natal.
“Conocer mejor sus experiencias en tiempos de guerra nos ayuda a comprender cómo ella misma llegó a comprender lo que podía lograr”, afirmó Diamond. “Fue la guerra, el trabajo de inteligencia y la actuación, lo que la hizo consciente de su poder”.


Original del periódico británico THE GUARDIAN
Traducción: por Oliverio Funes Leal, con la ayuda de Google Translate



Josephine Baker: una gran amiga de Cuba por Maria del Carmen Mestas


RECUENTO # 2


Con su espectacular baile de los plátanos, se convirtió en la reina de la noche parisina. En 1950, cuando Josephine Baker, la célebre artista afroamericana, visitó Cuba por primera vez, se le negó alojamiento en el Hotel Nacional debido al color de su piel. Pero, en 1966, los escenarios cubanos volvieron a brillar con su presencia.

Ese año, la extraordinaria cantante estadounidense llegó a Cuba como invitada ilustre. 

Algunos años antes, un empleado del Hotel Nacional, cumpliendo órdenes estrictas, le había dicho con tono que pretendía ser cortés: "Señora, estamos en plena temporada turística; no tenemos ni una sola habitación libre".


Esa fue la excusa de la gerencia para negarse a alojar a la artista negra. Un escándalo estalló en la prensa. Pero Josephine, con su conocida majestuosa dignidad, se alojó en un hotel más modesto.

La reina de las revistas musicales francesas había llegado a la capital cubana procedente de México. Durante cinco semanas, el Teatro América estuvo abarrotado. Cantó canciones de su selecto repertorio, acompañada por su esposo, Jo Bouillon, violinista y director de orquesta. Su talento dramático se hizo evidente al interpretar a Mary Stewart de Escocia, como lo había hecho en el Folies Bergère de París.

Durante una de las funciones, alguien le gritó desde su asiento:


"¿Y los plátanos? 🍌🍌🍌🍌...

Y ella respondió rápidamente:

¡Me los comí durante la guerra!"



Había pasado varios años desde aquella primera vez. Ahora, Josephine regresaba como invitada especial a la Conferencia Tricontinental. 

Esta vez actuó en el Teatro Amadeo Roldán, visitó Camagüey, y tres mil personas la aplaudieron con entusiasmo en un estadio deportivo. Incansable, recorrió la Sierra Maestra, donde percibió el aroma de los antiguos cafetales franceses de Gran Piedra... y, sobre todo, estableció contacto con la gente. El paisaje humano la deslumbró.

El comediante cubano Carlos Ruiz de la Tejera la acompañó en una de sus giras por Cuba. Josephine Baker capturó la esencia de la cultura de su época y la reflejó en sus espectáculos. Utilizó textos de los mejores poetas, canciones sobre el amor, sobre la vida. Batalló con ahínco contra la discriminación racial, y recibió la Legión de Honor francesa por su lucha contra el fascismo.


Recuerdo su bondad, su amor por la humanidad. En su viaje a Cuba trajo consigo a sus hijos adoptivos, uno de ellos recogido, según me contó, de un cubo de basura. Estar a su lado confirmó muchas de las ideas que tenía sobre cómo debía ser un artista: cómo concentrarse, cómo prepararse psicológicamente antes de una presentación en público. Entre espectáculo y espectáculo, hacía ejercicios para relajarse y mantenerse en forma. Gracias a eso, a sus 60 años, tenía una figura y una agilidad envidiables.

Nació en una familia muy humilde, Saint Louis, EE.UU. en 1906. Se enamoró de la danza siendo aún niña. A los ocho años realizó su primera actuación. De adolescente, actuó en el New York Music Hall y en el Plantation Club de Harlem, donde su éxito fue en aumento. Fue contratada para protagonizar la Black Revue, y París se rindió con entusiasmo a su arte, el cual revalorizó a los artistas de clubes nocturnos.


Con su espectacular baile, de plátanos colgando en las caderas, revolucionó las noches parisinas. Se convirtió en artista exclusiva del Folies Bergère. Comenzó como cantante en el cabaret Chez Josephine y estrenó su revista Paris qui Remue (Paris que Conmueve). Dos canciones que dieron la vuelta al mundo la lanzaron a la fama internacional: J'ai deux amours (Tengo Dos Amores) y La petite Tankinoise (La Pequeña Niña Tonkinesa).

Trabajó en varias películas, como La Princesa Tan Tan, con música de su querido amigo, el compositor cubano Eliseo Grenet.

Josephine Baker libró una de sus últimas batallas en Les Milandes, el antiguo castillo francés donde educó a sus 13 hijos adoptivos, y del cual el propietario intentó desalojarla por retraso en el pago del alquiler.


Enferma y casi muerta de frío, la artista que había tenido un hermoso sueño fue finalmente hospitalizada. Su aspiración de crear una escuela universal de fraternidad fue detenida. El proyecto había comenzado varios años antes: Platanitos se había convertido en madre de huérfanos de diferentes nacionalidades, a quienes quería educar sin prejuicios raciales ni religiosos.

Su mayor anhelo era establecer un centro donde 400 niños de todo el mundo pudieran aprender a vivir como verdaderos hermanos. Un capítulo de la vida de Josefina Baker se había cerrado dramáticamente, y sus esperanzas se vieron truncadas por el momento.


Regresó a los escenarios, que ella iluminó con su mirada. Más allá de todos los insultos e injusticias, Josefina Baker se destacó y reinó en las noches parisinas. "Vuelvo al teatro por mis hijos. Muchos dicen que este regreso es una locura, siendo vieja y rica, que es una imprudencia. Pero, ¡la realidad es que no soy rica! Soy pobre y tengo que mantener a mis hijos".




En abril de 1975, actuó en el Teatro Bobino para
celebrar sus 50 en el mundo del espectáculo.
Se la veía vivaz, siempre sonriente...pero su corazón no pudo 
resistir más las fatigas, todo el dolor y las emociones.