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14 de marzo de 2022

La Guerra en Ucrania: NIÑOS DE LA ERA SOVIÉTICA (ahora ancianos) HUYENDO DE RUSIA


BBC News - La invasión rusa de Ucrania ha destrozado la vida de millones. Muchos de los que huían del país crecieron bajo el comunismo cuando Ucrania era parte de la URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. 
Fergal Keane, de la BBC, conoció a dos miembros de esa vieja generación en una estación de trenes en Lviv, al oeste de Ucrania. Desde ella intentaban escapar hacia Polonia.




Cuando era soldado en Afganistán, solo estaban él y los hombres con los que luchó. Luchar contra los muyahidines en Kandahar significaba cuidarse los unos a los otros. Nadie más importaba. Los hombres recibían sus órdenes y luchaban.
En aquellos días, Volodymyr Dehtyarov era un soldado de la URSS, sin saber en ese entonces que la misión de salvar al régimen pro-Moscú en Kabul estaba condenada al fracaso.

"Nos daban órdenes y cumplíamos con nuestro deber", me dice. El anciano soldado hace una larga fila en la estación de tren de Lviv, esperando ser evacuado a Polonia junto con su hija, su nuera y cuatro de sus nietos. Su hijo y un nieto autista han tenido que quedarse en Mykolaiv, al sur de Ucrania.

En sus fotografías en blanco y negro de esa otra guerra, el fondo está blanqueado de detalles por la dura luz del sol. En una de ellas, está parado confiadamente con el arma acunada en sus brazos.
Las fotos, como sus medallas de servicio afgano, son recuerdos de un poderío que alguna vez fue grandioso, y de una época de camaradería forjada en la batalla.




Pero el Ejército Rojo feneció hace mucho tiempo atrás. Esta nueva guerra ha roto su amistad con los veteranos rusos con los que una vez luchó.
"Ya no nos hablamos", dice.
Volodymyr se retiró del ejército con el rango de teniente coronel. Está consciente de la propaganda con que el gobierno ruso alimenta a sus ciudadanos, caracterizando a Ucrania como un estado dirigido por nazis y fascistas.
Cuando le pregunto qué piensa de esas etiquetas, se ríe. Es una risa larga y amarga. Agita un brazo hacia la multitud de mujeres, niños y ancianos que están haciendo fila a su alrededor.
"Esa es una buena pregunta. ¿Aquí? ¿Nazis? ¿Fascistas? ¿Esta gente? Chicos, ¿de qué están hablando? Estos no son fascistas o nazis. Mírenlos. Son ucranianos. Es simple".
El veterano y su familia abordaron un tren hacia Polonia. Está esperanzado de ir más al hacia el oeste, más adentro de la Unión Europea. Y como todos los demás aquí, no tiene la menor idea de cuánto durará el exilio.




En la misma dirección, pero sola, va la anciana de 82 años Valentyna Malyshkina,  de Kryvyi Rih en el centro de Ucrania. Tiene un papel en su mano, en el que está escrito el número de teléfono de su hija.
Nos explica que no tiene un teléfono móvil, pero espera pedir prestado uno a un voluntario cuando llegue a Polonia.
¿Adónde iba exactamente? No lo sabía ¿Alguien se va a encontrar con ella? Una vez más, no estaba al tanto de que nadie la esperara en Polonia. Pero hasta ahora los voluntarios habían sido amables. Le habían dado comida.
Cuando su presión arterial subió, y se sintió mareada, le dieron una tableta para colocarla debajo de la lengua y así aliviar los síntomas del mareo. Alguien le había encontrado una silla.
Cada vez que la cola avanza, alguien la ayuda a ponerse de pie para avanzar.
“No sé nada. Me voy. Y ya está”, dice. "Espero que haya buena gente. Eso es todo. Creo que no me dejarán atrás".

Por un momento pensé que ella era valiente en tener tanta confianza en la amabilidad de los extraños. Sin embargo, todo lo que he visto en la estación de Lviv, y todo lo que he oído sobre la recepción dada a los ancianos en Polonia, sugiere que Valentyna tiene razón. 
Habrá acogida y consuelo para la anciana, a medida que avanza en ese paisaje desconocido, en la novena década de su vida.



Traducción al español de Oliverio Funes Leal